Opinión | Noticias del Antropoceno

Joe Biden, la parábola del rey desnudo

Solo un 33% de los encuestados por CNN -la cadena en la que se emitió el primer debate entre Trump y Biden- opinó que el demócrata había vencido a su rival, por el 67% que opinó que el ganador había sido el expresidente y seguro candidato republicano a la presidencia en la elecciones de noviembre, Donald Trump. Y como se preguntaba el corresponsal de A3 en Washington, José Angel Abad, ¿qué habrán visto en el debate ese 33% de ciudadanos que el resto no hemos visto?

Y es que la derrota del actual presidente de Estados Unidos en el debate con Trump fue clamorosa. Sobre todo en los momentos iniciales, parecía una momia con su actitud rígida y sus palabras balbuceantes, mientras Donald Trump exhibía esa mirada de niño travieso a la espera de su oportunidad para meter el dedo en el ojo a su contrincante. Y vaya si lo hizo, al comentar en voz alta lo que toda la audiencia pensaba: que no se había entendido una palabra de lo que Joe Biden acababa de mascullar entre dientes.

Probablemente estemos asistiendo en vivo y en directo a un ejemplo de cómo un gran imperio se degrada hasta convertirse en una caricatura de sí mismo, antes de entrar en una fase de decadencia. El punto débil de la democracia americana siempre ha sido el querer configurar un poder presidencial fuerte, por encima de los Estados constituyentes en ese momento. La estrategia funcionó y funciona, y los Estados Unidos se han convertido en la nación más poderosa que la Humanidad ha conocido. Pero eso hace precisamente que el resto del mundo esté conteniendo la respiración ante lo que está pasando en este momento, con un presidente en ejercicio al límite de sus capacidades físicas y, sobre todo, mentales, y un oponente que amenaza con terminar de sembrar el caos y darle la vuelta a la propia democracia que ahora le proporciona una segunda oportunidad.

Todo depende ya de que alguien convenza a Joe Biden de que conduce a su partido a una derrota segura y, de paso, a exponer al mundo a las veleidades de un delincuente convicto sediento de venganza. Ante este panorama, los dictadores del mundo, especialmente de Rusia y China, se frotan las manos. Una segunda presidencia de Trump significaría la derrota de Ucrania y, probablemente la reconciliación de China con una Europa que abomina del magnate neoyorquino.

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