Opinión | Noticias del Antropoceno

La increíble mujer mutante

Es, sin duda, el mayor tema de discusión frente al televisor: si fulanita o menganita están operadas o no. Y es que la adopción de la cirugía estética como algo normal es espectacular en sus dimensiones, como es muy significativo que el 85% de las intervenciones se realicen a mujeres, con un magro 15% para los hombres. Si hay un fenómeno que demuestre que mujeres y hombres pertenecen a distintos planetas, ese es el de la cirugía estética.

Tan definitorio del género es la actitud frente a la cirugía estética que probablemente no haya tema que separe más a hombres y mujeres. 

Personalmente, me siento frustrado cuando contemplo esas caras con la expresión abotargada fruto de las mierdas que se inyectan las mujeres para que no se noten las arrugas. Y si hay una intervención que me produzca más repelús, esa es la de ponerse morros, aparentemente para resaltar la sensualidad del rostro, pero que las más de las veces solo consigue dotar a la cara de una deformación monstruosa. 

Por el contrario, las operaciones que modifican o resaltan las tetas o el culo suelen tener un resultado más efectivo a la hora de incrementar la atención del sexo masculino. Y es que si algo define al varón de nuestra especie es que en términos de impulso sensual no distingue entre churras y merinas. 

Lo de la cara será muy importante para la mujer que se mira en el espejo todos los días. Para para el hombre, los bultos son lo que define el termómetro de la excitación erótica.

Hay una hipótesis en el campo de la antropología evolutiva que dice que el aumento francamente anormal de las glándulas mamarias de la mujer (nuestra especie es la única en la que el abultamiento es independiente del estado de lactancia) y la carnosidad de sus labios es fruto del cambio de perspectiva al caminar erguidos. 

Si te fijas en los chimpancés, la hembra muestra sus turgentes nalgas y su carnosa vulva al macho que la sigue. Pues, siempre según esta teoría, los pechos y los labios se adaptaron para cumplir la misma función de apelación sexual debido al cambio de posición al caminar. 

Seguro que semejante disparate fue fruto de la calentura mental de un antropólogo varón. 

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