Opinión | Dulce jueves

Los enredos

Cuando somos jóvenes, abandonar la lucha, aunque solo sea por un instante, produce pánico

Yiyun Li, autora del libre ‘Querida amiga, desde mi vida te escribo a tu vida’.

Yiyun Li, autora del libre ‘Querida amiga, desde mi vida te escribo a tu vida’. / Denise Applewhite

«Vivir es una lucha contra uno mismo», escribía Gema Panalés en su columna del sábado. ¿Qué hacemos para soportarnos, para reinventarnos, para sobrevivir a lo que somos o a aquello en lo que vamos camino de convertirnos? Decía que ella tiene algunas estrategias infalibles. Leer, porque reconcilia deseo y realidad, y pensar en otro idioma, porque cambia la formulación de los problemas y hace que parezcan nuevos y, por lo tanto, estimulantes. Otras estrategias que menciona son darse una ducha o un chapuzón en el mar, seguir una rutina, es decir, no pensar y continuar como si nada, o, lo contrario, irse lejos, descansar de uno mismo. 

Por casualidad, sus palabras me llegaron cuando estaba a punto de darme el primer baño de la temporada en el mar, el mismo mar de todos los veranos, y mientras leía un libro que trata exactamente de eso. Se titula Querida amiga, desde mi vida te escribo a tu vida, de Yiyun Li, una china que escribe en inglés. El título está extraído de una anotación que hizo Katherine Mansfield en sus cuadernos y que a la autora le recuerda por qué no quiere dejar de escribir. «Qué largo es el camino entre una vida y otra, pero ¿para qué escribir si no es por esa distancia?». A esa historia, a esa lucha con uno mismo, ella lo llama melodrama, con el que unos buscan la victoria, otros la huida, y otros, la paz.

Conocí a Gema hace veinte años, cuando ella era muy joven y yo empezaba a dejar de serlo. Era fuerte, independiente, con mucho carácter y confianza en sí misma. El tipo de persona que ha aprendido muchas cosas antes de tiempo. Tenía muchos pájaros en la cabeza, pero inteligencia de sobra para dominarlos o, al menos, acomodarlos. Yo la imaginaba sola, lejos, y sintiéndose en su lugar en medio de su aventura. Tenía una historia, es decir, un motivo para luchar contra sí misma, porque lo que somos, nuestra verdad más esencial, es también lo que más nos molesta de nosotros mismos. Ella era, y es, melodramática

Cuando somos jóvenes, abandonar la lucha, aunque solo sea por un instante, produce pánico. Nos enredamos en la madeja que nosotros mismos hemos tejido con idéntico entusiasmo con el que nos asustamos de los propios enredos. No sabemos todavía que la historia avanza en círculos, sin comienzo ni fin. Los momentos de pánico nos lo van enseñando porque a través de ellos, por las rendijas que abren, se atisba la persona real, la que se rebela contra la fragilidad y tropieza. La fortaleza se viene abajo, dejamos de luchar y descubrimos, en palabras de Li, que «aceptar no saber es mejor que aceptar la nada».

Las estrategias de Gema Panalés me gustan. Yo puedo añadir otra: una tarde de lluvia en pleno verano. La plácida y furiosa belleza con la que refresca la atmósfera. Me hace sentir que nada importa y nada pesa demasiado. No depende tanto de lo que hagas como de lo que dejas hacer. Suspender el presente y reescribir el pasado porque, como dice Yiyun Li, «nuestros recuerdos dicen más del ahora que del antes». 

Es decir, que sea la vida quien elija porque sabe más que nosotros. Lo incalculable del destino nos vuelve ligeros. 

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