Opinión | Dulce jueves

Mi voto para Zelenski

La Europa que ha sido modelo de prosperidad, tierra sin fronteras, refugio de perseguidos y hambrientos de todo el mundo, va camino de convertirse en una Europa blindada

Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania

Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania / Chema Moya

Pertenezco al grupo del 50% de ciudadanos que, según las encuestas, ha seguido con poco o ningún interés las noticias relacionadas con las elecciones europeas. No conozco a los candidatos, apenas puedo comprender la mayoría de los grandes asuntos en liza. Pero votaré, por supuesto, porque me gusta dar mi opinión, valga lo que valga. Votaré porque comprendo la importancia de estas elecciones en este momento crítico de la historia en el que todo está cambiando. Votaré porque lo que está en juego no solo es la definición de las políticas de la Unión Europea, sino la propia idea de la Europa unida.

Y votaré por la continuidad del sueño europeo, hoy difuso y amenazado, el mejor proyecto colectivo que ha dado la imaginación humana, fruto de la apuesta por la paz y la democracia sostenidas en los ideales de libertad, solidaridad y justicia; los valores tradicionales de occidente que junto a la identidad cristiana están hoy en peligro bajo la amenaza, una vez más, de las fuerzas oscuras de la historia: el nacionalismo excluyente, el racismo, el resentimiento populista, el capitalismo, la ideología de género, la izquierda woke y otras formas de autoritarismo. La Europa que ha sido modelo de prosperidad, tierra sin fronteras, refugio de perseguidos y hambrientos de todo el mundo, va camino de convertirse en una Europa blindada. Y si los guardianes de los valores fundacionales, tanto conservadores como socialdemócratas, se debilitan, avanzará el odio y el miedo.

Coincido con Amin Maalouf cuando afirma que la humanidad va a la deriva: las guerras se extienden, la tecnología avanza sin control y el modelo occidental agoniza. Europa ha perdido el norte y necesita volver a imaginarse, pues ha olvidado su razón de ser. En una situación así, cualquier cosa puede suceder. Como dice Garton Ash, la UE es un logro excepcional que puede romperse fácilmente. Es la misma advertencia que lanza en sus libros Bob Riemen. El regreso del fascismo puede suceder en cualquier parte porque es un virus latente en el cuerpo de la democracia de masas que cuando se activa conduce al despotismo y a la violencia. Sin embargo, aclara que «la de Europa es una historia llena de lágrimas, pero también de hazañas. Es un sueño que no se rinde».

La verdad espiritual que la mantiene en pie tiene su mejor reflejo en la acogida de millones de ucranianos que han buscado refugio. Porque si hay alguien que representa los valores de Europa, que son los valores de nuestra civilización, es Volodímir Zelenski y los soldados que hacen frente a Putin. En cada uno de sus discursos Zelenski nos recuerda que somos lo que estamos dispuestos a defender. En el Parlamento Europeo permanece el eco de sus palabras: Ucrania lucha por la libertad, pero no solo la suya, sino la de Europa, en una batalla entre la luz y la oscuridad «en la frontera del mundo civilizado». De la votación del domingo dependerá que no se apague ese eco. Las elecciones del domingo son importantes, pero Ucrania es decisiva. Su resistencia nos asegura que seguirá habiendo elecciones. Mientras, a este lado vivimos en una falsa seguridad. Lo ha escrito Marina Perezagua a su regreso de la guerra: «Lo ilusorio en los países donde la vida transcurre con aparente y frágil normalidad es la paz. Esta paz no es real». Convertirla en real depende de nuestro voto. 

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