Opinión | Pasado a limpio

Murcia, alegría de vivir

Podemos ver los partidos políticos en clave de confrontación en términos casi bélicos, pero también podemos considerar la democracia como un sistema de superación de las diferencias mediante fórmulas de cooperación, cohesión y decisión colectiva

Escultura de un coro griego.

Escultura de un coro griego.

Permíteme, lector amigo, que estas letras de hoy salgan de los habituales espacios de opinión, pues son antes que nada una invitación vestida con mimbres que ya conoces, pues inevitable resulta acudir a las fuentes antiguas y trasegar sus aguas a los cauces y canales modernos, muy necesitados de cierta paz y armonía.

Cuando pensamos en la antigua Grecia, evocamos la filosofía, la democracia, la escultura, la poesía, el teatro, incluso algunos desnortados piensan en la falange. Pero en las artes escénicas hay una manifestación anterior al teatro: el coro. Lo vemos aparecer como un actor más, pero en realidad es más antiguo.

En la Hélade, el coro es una manifestación cultural primigenia. Los coros podían agrupar a los ciudadanos por barrios, oficios, estamentos o por sexos. En cualquiera de los casos, el coro es una unidad colectiva, cohesiona, establece roles y compite con el resto. El corifeo es su director y los coreutas son sus miembros. El coro puede contribuir a la guerra en la medida en que compite con los otros, pero también es un factor preeminente para la paz y la armonía.

El coro puede servir para enfrentar, pero también para confraternizar. Si trasladamos estas funciones a la sociedad moderna, vemos cómo la coral sigue siendo una función y una fuente de análisis nada despreciable. Podemos ver los partidos políticos en clave de confrontación en términos casi bélicos, pero también podemos considerar la democracia como un sistema de superación de las diferencias mediante fórmulas de cooperación, cohesión y decisión colectiva. El tan recordado espíritu de la Transición, con sus luces y sus sombras, puede ser analizado con ese método coral.

El coro nos aporta una visión holística: lo importante no son las dotes que tengamos como individuos, sino ponerlas al servicio de un fin colectivo. El espectáculo coral es lo más parecido al arte total que pretendía Wagner: música instrumental y coral, danza e interpretación actoral. Pero aunque haya perdido ese factor de confluencia de distintas artes, quedándose solo en el musical, el coro contemporáneo sigue manteniendo parte de esa visión total, colectiva y definitoria. Las distintas cuerdas o voces siguen una línea melódica y tonal diferente, pero todas ellas están al servicio de una armonía colectiva, incluso cuando deben hacer sonar un acorde disonante, tan fundamental en la polifonía.

La invitación de la que hablaba es un encuentro coral que se celebrará el próximo miércoles 19 a las 8 de la tarde en el Cuartel de Artillería de Murcia. Bajo el lema ‘Murcia, alegría de vivir’, quiere ser un pequeño embrión que eclosione en futuras ocasiones con el mismo espíritu de unión en torno a la música. No son corales profesionales, pero eso no menoscaba una importante virtud, pues pone en común a grupos de aficionados aunados, bien por su lugar de trabajo, por su localidad de residencia o por la concurrencia en un centro social por razón del barrio o de la actividad artística. Qué mejor lema en los tiempos de tribulación que aquel que puede cohesionar a todos bajo un prisma vitalista, positivo, superador. Como aquel Himno a la Alegría que fue el testamento vital y musical de Beethoven.

Beethoven asistió al ascenso y caída de Napoleón. Tan emocionado estaba con las ideas de la Revolución Francesa que se extendían por Europa que lo celebró dedicándole un concierto para piano. Sin embargo, la ambición y el espíritu bélico de conquista le defraudaron profundamente. Su Himno a la Alegría es una magnífica metáfora de lo que representa el espíritu coral al que apelamos.

No puedo despedirme sin recordar otra figura fundamental del coro griego, el corigo, el ciudadano encargado de sufragar los costes del coro. La coregía es tan fundamental como la propia armonía del coro. La proliferación de coros por los puntos cardinales de la Región de Murcia no obedece a ningún espíritu competitivo. La afición a la música es cohesionadora y creadora de vínculos estrechos y positivos. Quizá por eso la clase política permanece impasible ante las necesidades de estas pequeñas formaciones populares, donde se citan gentes de distinto sexo, ideología, edad, formación o clase social.

El último y el primero de los elementos es el público, sin él, el coro es un ejercicio de solipsismo. Principio y fin, alfa y omega, por eso te dirijo, lector, esta invitación que es un canto a la alegría.

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