Opinión | Noticias del antropoceno
Lo que me gusta comer en Inglaterra
Inglaterra tiene fama de que no se come bien. Probablemente sea cierto en los pueblos pequeños y en las zonas rurales, el countryside con sus shires, las comarcas en las que e inspiró Tolkien para poner en ellas a sus hobbies, pero en Londres no es así en absoluto. Y no me refiero a los buenos restaurantes, que los hay en Londres como en cualquier capital del mundo, hablo de la comida en los típicos pubs ingleses. De hecho, cuando entro en uno de ellos, se me hace la boca literalmente agua. Y no precisamente por los desayunos ingleses, que me parecen algo completamente desproporcionado para tomar como primera comida del día. No tiene sentido pegarse esos atracones matutinos de componentes tan grasientos. A no ser que seas albañil o te dediques a pastorear ovejas.
He de confesar que me encanta el fish and chips, sobre todo cuando el pescado es esa variedad de bacalao llamada haddock (como el personaje de Tintín que encarna a un viejo lobo de mar) que se pesca en el Mar del Norte y se sirve en una crujiente envoltura de harina a la tempura.
También disfruto como un enano del Roast Sunday que, como su denominación indica, se sirve los domingos en muchos pubs. Puedes elegir la variedad que quieras, pero normalmente la calidad de la ternera británica es sencillamente excelente. Aún no me he olvidado de los sándwiches de rosbif de la cafetería de Harrods, los grandes almacenes situados en el centro de Londres.
Pero de lo que no me privo últimamente son de los clásicos huevos Benedict (o benedictine) a la hora del brunch. De hecho, cada vez que viajo a Londres, me gusta adaptarme a los horarios de comida de allí. No sé por qué, pero para mí forma parte indisoluble de la experiencia londinense. Desayuno frugal, brunch con los huevos de marras y algo de pasta o un sándwich a la hora de la cena, que suele ser a la hora del té o poco después. Con algo de fruta o una sopa consistente antes de ir a dormir.
Es verdad que hay mucha variedad de comida foránea, como en cualquier gran capital del mundo, pero también están los típicos platos británicos que no debes olvidar.
Por cierto, y hablando de comidas foráneas, ¿sabes dónde he comido los mejores churros de mi vida? En Convent Garden.
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