Opinión | La Feliz Gobernación

Desdén por la transparencia

Votación en la Asamblea, este miércoles.

Votación en la Asamblea, este miércoles. / Loyola Pérez de Villegas

Todo Gobierno es refractario a la transparencia. Por sistema, por inercia y por resistencia. Aunque la prometa, la proclame y la decrete. Poder y transparencia se dan de tortas. Para conllevar esa exigencia se recurre a la simulación, pero hay simulaciones más simuladas que otras.

Si el anterior Consejo de la Transparencia, cuyo presidente era nombrado por la mayoría parlamentaria, ya sufría incontables inconvenientes para hacer su trabajo ¿qué cabrá esperar de esta nueva Comisión que sustituye a la entidad anterior cuyo titular dependerá enteramente de la vicepresidencia del Gobierno? Si el Ejecutivo apenas se deja controlar por la oposición ¿cabe suponer que estará más dispuesto a ser examinado por un propio elegido a dedo?

El reseteo sobre el control de las obligaciones de transparencia es una de las prendas pactadas entre PP y Vox a instancias del segundo, pero no vaya a creer alguien que se trata de una concesión forzada, pues la práctica indica que los populares ya sufrían incomodidad con la fórmula anterior, sobre todo durante la etapa en que el Consejo estuvo presidido por José Molina. Después, la competencia cayó en el área de Ciudadanos y, como fue costumbre en ese partido, todo derivó en irrelevancia y chalaneo.

La actual reformulación es un modo de acabar con la posibilidad real de la transparencia, y tengo para mí que un Gobierno de mayoría absoluta del PP habría hecho lo mismo que ahora finge haber decidido por imposición de Vox. Al PP le vienen bien algunas imposiciones, pues hace lo que desea cargándolo a otro. En todo caso, la cuestión transparencia es tratada como pieza menor, anecdótica, una de esas cosas que, como en la copla, de mano en mano va y a ninguno le interesa.

Hace tiempo que se vienen dando regresiones muy ostensibles en cuanto al capítulo de la regeneración política, y esto cuando el punto de partida tampoco es que estuviera muy allá. A la larga estos cosas se pagan, pues la democracia es frágil y la desafección surge cuando el personal constata que los derechos quedan reducidos a apariencias.

Hay algo en lo que este Gobierno es absolutamente transparente: en su desdén por la transparencia.

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