Opinión | Las trébedes

Goteras

Me pregunto qué está pasando para que estemos tan entretenidos con nuestros móviles, nuestras series, nuestros conciertos multitudinarios y no estemos preocupados por las cosas del comer, por lo realmente importante

Ilustración de Leonard Beard.

Ilustración de Leonard Beard.

Vas al médico de familia porque notas alguna molestia o dolor o nimiedad, que vivimos muy pendientes de nuestro bienestar físico, y zas, la gotera. Te prescribe el consiguiente tratamiento. Vas a la farmacia más próxima y lo tienen, ya o en 24 horas, y generalmente solo pagas una parte de su coste, aunque en el peor de los casos puede ser algo no cubierto por la Seguridad Social, pero que te aliviará. Si la cosa es seria y va de hospital, sean consultas de especialista, pruebas sofisticadas, ingresos, cirugías o tratamientos costosos, no pagas nada: na-da. Ni la consulta, ni la prueba misma, ni el técnico, ni la anestesia o el contraste, na-da. Si esto se le contase a más de tres cuartas partes de la humanidad, veríamos sus miradas de asombro e incredulidad, y claro que querrían que eso pasara en sus países y nos envidiarán con razón. En España tenemos (todavía) una Seguridad Social de las mejores del mundo, universal y prácticamente gratuita, que ha funcionado, en general, muy bien durante un par de décadas. Mi abuela Carmen murió casi ciega por cataratas, y en cambio hoy yo creo que no hay ningún abuelo ciego por catarata en España. En lugar de estar orgullosos de nuestro sistema y de nuestros profesionales, tendemos a no valorarlos o incluso vilipendiarlos. Aunque es verdad que nuestra sanidad se está degradando y el usuario lo percibe.

Ese excelente sistema de atención sanitaria pública se está manteniendo hoy en día gracias a la profesionalidad y el sobreesfuerzo de los profesionales de la Seguridad Social, cada vez con más dificultades y a costa de su salud física, mental y social: cría tú a un hijo o dos con una pareja que se ‘casca’ 10 guardias al mes o tú misma repitiendo turno cada dos por tres, y que ni podéis elegir fechas para vacaciones; o peor aún, añade a eso contratos de 3 meses encadenados, mira qué suerte después de más de 10 años de formación intensa. Este tipo de instituciones de servicio público se llegan a conseguir gracias a la decisión política, primero, y a la labor bien coordinada de buenos profesionales y buenos gestores, después. Cuesta mucho tiempo, esfuerzo, dinero e imaginación instaurar cualquier sistema complejo que funcione bien, y en cambio cuesta muy poco destruirlo o iniciar la senda de su decadencia.

Como si no tuviéramos señales de alarma sonando desde hace ya años, señales que van desde las mareas blancas clamando contra la privatización de servicios (lo que supone precariedad laboral para los profesionales y complicación e inseguridad para el usuario), pasando por los colegios y diversas asociaciones profesionales advirtiendo de situaciones insostenibles o indeseables (sobrecarga de trabajo que conlleva más riesgo de error, por ejemplo), y, bueno, incluyamos a los sindicatos clásicos, aunque también en este ámbito muchos trabajadores tienen motivos para no sentirse bien defendidos por ellos. A todo esto, que alguien podría considerar meras ‘opiniones’, se suman las escandalosas listas de espera, en las que hay casos verdaderamente escalofriantes, como llevar esperando más de seis meses para una biopsia.

Como ciudadana de a pie, me pregunto qué está pasando para que estemos tan entretenidos con nuestros móviles, nuestras series, nuestros conciertos multitudinarios y no estemos preocupados por las cosas del comer, por lo realmente importante: sanidad, educación, pensiones, paro juvenil, subempleo, desigualdad... El sistema del Estado Social y Democrático de Derecho ya nadie duda de que está en peligro. El auge de los populismos y del neoliberalismo en toda Europa y Estados Unidos no tranquiliza. Podríamos plantearnos si los defensores de los derechos humanos y del ESDD somos como aquellos ratones que se quedaban parados preguntándose quién se había llevado su queso en lugar de moverse para buscar otro. Pero ante propuestas que ponen en riesgo este sistema de convivencia y protección social deberíamos cada uno procurar mantenerlo, porque un mínimo de bienestar para todos es mejor también para los que no necesitan el servicio público porque pueden pagárselo. Que alguien se lo explique. 

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