Opinión | Noticias del Antropoceno

Devoradores de energía

Muchos, y entre ellos yo mismo, nos las prometíamos muy felices desde el punto de vista medioambiental al comprobar cómo los costes y la eficiencia en la producción de energías renovables (la fotovoltaica principalmente pero también la eólica) disminuían y aumentaban respectivamente. No hay nada mejor para el progreso en la adopción de una tecnología conveniente que ésta sea cada vez más barata. Es una fórmula de éxito asegurado, como estamos comprobando con los proyectos en marcha. Al paso que vamos, se podía afirmar que a mitad de este siglo podríamos haber producido de forma limpia y eficiente toda la energía que íbamos a necesitar en el planeta, sin acudir a fuentes de energía fósiles. Eso incluye, obviamente, la producción de energía nuclear.

Estas eran las buenas noticias. Las malas son que por el camino se han cruzado tres tecnologías que están provocando un aumento gigantesco de la demanda energética. Por orden de magnitud me refiero a la minería de criptomonedas, al ‘cloud computing’ y, finalmente, a la inteligencia artificial. El fenómeno es de tales dimensiones que las empresas ligadas a la extracción de petróleo, gas, e incluso carbón, están ya afilando sus armas preparándose para volver a invertir en nuevos depósitos con reservas inmensas, para hacer frente a la demanda previsible en los próximos años. Los números que se manejan harían inviable suplir la demanda estimada solo ya con el desarrollo previsto de las energías renovables, aunque se acelerara.

Éramos pocos y parió la abuela. Es el mensaje que lanzan los economistas y especialistas en planificación de demanda energética. Lo de las criptomonedas parece un problema menor, tanto porque se están desarrollando nuevas soluciones que no necesitan tanto consumo energético, como porque la viabilidad futura de todo el ecosistema de criptos está en franca revisión. Lo que no está en absoluto en cuestión son las necesidades que la economía digital exige en cuanto a almacenamiento. Se llama almacenamiento en la nube, pero aún así, exige enormes instalaciones terrestres con miles de servidores a pleno funcionamiento consumiendo energía como si no hubiera un mañana.

Y llegó la IA, con sus increíbles exigencias de poder computacional simplemente para cumplir las promesas básicas que están haciendo las empresas que ya operan en el sector. Y no digamos los potenciales desarrollos futuros aún balbuceantes. Ante un futuro tan exigente, acabaremos echando a la chimenea los muebles de la abuela para poder calentarnos.

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