Opinión | El blog del funcionario

Croem: lo que mal empieza

Poner todos los focos en los trabajadores de la situación de los subsidios es un grave error, ya que muchos empresarios deberían tener también su parte de responsabilidad de la situación que estamos viviendo

«Si falta mano de obra, no tiene sentido que haya gente cobrando subsidios». Miguel López Abad, diario La Opinión. Si a esta declaración le sumas que su antecesor, que puso el dedo sobre él, dijo hace unas pocas semanas que Croem ‘lamenta’ la subida del salario mínimo «por no atender las demandas de las empresas», el resultado final es que se avecinan malos tiempos para muchos trabajadores.

Que el nuevo presidente de la Croem pida que mientras haya lechugas que recoger, aunque sea a 50 grados bajo mares de plásticos, o vasos que fregar, en muchos casos con contratos por horas y cobrando parte en ‘b’ -y sin importar las condiciones laborales y económicas- «no tiene sentido que una persona cobre subsidios», o que «no se puede incentivar el no trabajar; la cultura del mínimo esfuerzo no nos hace progresar», es un mensaje cuando menos discutible.

Es cierto que la cultura del mínimo esfuerzo nos hace empobrecer y retroceder, pero para eso lo primero que habría que cambiar, también, es parte de la mentalidad empresarial, o incluso la propia Administración, que tiene procedimientos que apuestan por ‘premiar’ en sus bolsas públicas de empleo, igual al que saca un tres que el que obtiene un diez. Un profesor de la universidad decía siempre: «Obráramos como habláramos». Por cierto, las organizaciones sindicales no han abierto la boca.

No sé si son tres o cuatro leyes de simplificación administrativa las que llevamos en los últimos años. Pues bien, no solo no se ha analizado ninguna de las anteriores previamente a la aprobación de la siguiente, sino que, ahora, uno de los objetivos principales de la patronal Croem es volver a publicar en el BORM una nueva ley de simplificación, que lo único que conseguirá es adelgazar la Administración y convertir la creación de empresas en una especie de churrería donde la intervención pública desaparezca.

Nadie está en contra de quitar grasa a la musculatura pública. Al contrario, somos pocos los que llevamos reclamando un cambio radical en el modelo de servicio público, pero lo que no puede ser es que la ‘ley de la selva’, como pretenden los Milei, Ayuso, Abascal, etc., suplante de la noche a la mañana al control público.

Poner todos los focos en los trabajadores de la situación de los subsidios es un grave error, ya que muchos empresarios deberían tener también su parte de responsabilidad de la situación que estamos viviendo.

Las decisiones que tome la Croem afectarán directamente a miles de trabajadores y trabajadoras, por lo que sería deseable que fueran acertadas, pero mal empezamos si toda la ‘carga de la prueba’ recae en el eslabón más débil de nuestro modelo productivo.

No tengo ni idea si a partir de ahora las reuniones de la ejecutiva de la Croem empezarán con un Padre Nuestro, pero sería bueno que, por lo menos, no terminaran diciéndole todos al nuevo ‘patrón’, amén. 

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