Opinión | Café con moka

Cambiar una vida

Con mis hijos puedo alegrarme de haber tenido, hasta el momento, muchísima suerte porque, aunque su trayectoria educativa es aún muy breve, han coincidido con maestras y educadoras que han sabido darles siempre aquello que realmente necesitaban

Alumnos en una escuela infantil de Murcia

Alumnos en una escuela infantil de Murcia / L.O.

Cada vez están más extendidos y son más demandados algunos métodos alternativos en la educación de nuestros hijos. Pedagogías, en su mayoría, que ponen el foco en el sujeto, en el niño, renovando y superando la idea del desarrollo colectivo, vinculado a la enseñanza más tradicional, por el impulso o crecimiento individual.

Todos, seguro, hemos oído hablar de alguno de estos métodos y pedagogías. Desde el ideado por María Montessori, a principios del siglo XX, tras su experiencia enseñando a niños que tenían ciertas dificultades, y que insiste en el aprendizaje espontáneo y natural de los pequeños; y otros similares como el promovido por el psicólogo suizo Rudolf Steiner, el método ‘Waldorf’, que centra una parte importante de la educación en el trabajo en equipo y la cooperación, o la corriente ‘Reggio Emilia’, en la que el estudiante es el protagonista y el profesor actúa únicamente como guía. 

Pasando por otras metodologías más concretas o específicas como ‘Doman’, para mejorar e inculcar el hábito de la lectura; ‘Kumon’, basada en las habilidades lectoras y matemáticas; o ‘Pikler’, que relaciona la enseñanza al vínculo afectivo de los niños con su entorno.

Hoy son muchos los centros educativos privados que apuestan ya por este tipo de sistemas pedagógicos. Incluso la mayoría de instituciones educativas públicas ponen, a diario, en práctica técnicas de aprendizaje propias de estas metodologías, estando integradas en muchos de los procesos de cualquier centro.

Y, aunque no tengo duda de que los sistemas y pedagogías son muy importantes en la educación de nuestros pequeños, trato de que esto no me quite el sueño más de lo necesario, porque de lo que estoy totalmente convencida es de que lo es más aún (importante) la vocación, la habilidad y el talento de los maestros y profesores.

Con mis hijos puedo alegrarme de haber tenido, hasta el momento, muchísima suerte porque, aunque su trayectoria educativa es aún muy breve, han coincidido con maestras y educadoras que han sabido darles siempre aquello que realmente necesitaban. Entendiendo sus tiempos, inspirándolos y animándolos, ofreciéndoles la seguridad que demandaban y, por supuesto, el cariño que precisaban.

Y es que más allá de técnicas, sistemas y métodos, está la dedicación, el entusiasmo, la empatía y el empeño de los docentes. Decía el escritor y filósofo italiano, que fue Premio Princesa de Asturias de la Comunicación y Humanidades, Nunccio Ordine que «solo los buenos profesores pueden cambiar la vida de un estudiante».

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