Crónica

Águilas, diablos y otros animales de compañía en el Rock Imperium

El águila de Saxon aterrizó en Cartagena para ser protagonista de la tercera jornada del Rock Imperium, un día que los británicos compartieron con bandas y artistas como Accept, Nestor, Einar Solberg e Igorrr, entre otros tantos.

Biff Byford, frontman de Saxon, con el popular anagrama de la banda detrás.

Biff Byford, frontman de Saxon, con el popular anagrama de la banda detrás. / Iván J. Urquizar

Los históricos Saxon fueron el principal atractivo de la tercera jornada de la tercera edición del Rock Imperium cartagenero, en la que destacaron también otros nombres como Accept, Igorrr, Nestor o Einar Solberg.

El día anterior, probablemente la jornada ‘valle’ del festival, nos había deparado, sin embargo, buenos momentos con el ignífugo Glenn Hughes y su eterna juventud o la bombástica puesta en escena de Kamelot. El Rock Imperium continúa.

Rainover habían llegado desde Murcia con la misión de abrir el tercer día. No estaba en sus planes. Salieron desde el banquillo para cubrir una de las cancelaciones inevitables en este tipo de eventos. Repetían. El año pasado ya se estrenaron en el escenario pequeño. Se mostraron afortunados de subir el escalón hacia el Cartagena Stage y nosotros, a cambio, pudimos disfrutar del precioso timbre de voz de Andrea Casanova que engalana sus composiciones góticas

Nestor siguen siendo unos chavales con un hard rock impoluto y ochentero

Nada que ver con la propuesta friki que los nipones Phantom Excaliber quieren vender como argumento de puro entretenimiento estrafalario. Disfrutones y simpáticos, ya se les pudo ver el día anterior compadreando alegremente con la gente, con su cantante ya peinado con su estrafalaria cresta y ese aspecto de luchador de sumo en ciernes. En la penúltima canción se bajó del escenario ante el estupefacto y aún escaso público, con el que bailó mientras cantaba. Suficiente para que se metieran al personal en el bolsillo. 

En el tercer escenario, los sevillanos Invictus presentaban su musculado heavy a lo Manowar que contrastaba con el hard melódico de los veteranos murcianos Hard Love. Tete Novoa, el cantante de Saratoga, presentaba sus propias canciones. No sorprendió demasiado por su aportación musical –más rock y menos metal que las de su banda madre–, pero sí y mucho por su puesta en escena, jalonado por cuatro bailarinas a cada lado, ejecutando coreografías a las que Tete aportaba un perfil danzarín inédito. Sorpresivo y refrescante. 

Las escaleras de acceso al festival permitían la visión panorámica del ambiente.

Las escaleras de acceso al festival permitían la visión panorámica del ambiente. / Iván J. Urquizar

De esto último saben, y mucho, los suecos Nestor. No eran, quizás, una de las figuras más fulgurantes del cartel, pero una gran minoría de fans estaban deseando verlos. Y no les defraudaron. Sonidos de ordenador Espectrum, posters de Samantha Fox en la pared, recuerdos de los años ochenta, cuando ellos se formaron, entonces sin éxito. Eran unos chavales y ahora lo siguen siendo, esculpiendo su hard rock impoluto, orgullosamente ochentero, de la escuela Journey, aunque con esencia escandinava. Sonando limpios y perfectamente lubricados en temas como Caroline o la enérgica Firesign. No fue una sorpresa, sino una rotunda confirmación.

Astray Valley habían dibujado su particular universo de penumbra en el escenario pequeño cuando en el Cartagena Stage el aquelarre de Igorrr ya había comenzado: un disc jockey disparando programaciones, voces operísticas, gruñidos guturales... Electrónica y metal desatándose en una espiral esquizoide. Sin haberlo pedido, estábamos dentro de una película de miedo enrevesada y psicológica. Una película de la que ya no queríamos salir. El DJ y multiinstrumentista francés Gautier Serre y su alter ego Igorrr habían destapado el tarro de sus esencias artísticas. Chapeau.

Los suecos Nestor, orgullosamente ochenteros.

Los suecos Nestor, orgullosamente ochenteros. / Iván J. Urquizar

De la vanguardia, al encanto primitivo sobre el escenario Festivales de la Región de Murcia. Blitzkrieg son una de las razones por las que Metallica comenzaron a tocar. Escuchando el riff de la antimonárquica I Am His Voice no queda lugar para la duda. Brian Ross sigue siendo el líder, asumiendo con carisma su rol de antihéroe rockero. Fueron una de las formaciones menos valoradas de la New Wave Of British Heavy Metal, pero han sabido hacer de esa honestidad su leitmotiv, y les funciona. 

Poco que ver con la vocación grandilocuente de los fineses Beast In Black cuyo show explotaba casi al mismo tiempo en el escenario Estrella de Levante. Esto es metal melódico de ramalazos power, atiborrado de pregrabaciones y demás efectos sintetizados. Un empaque algo estéril. Capacidad no les falta, pero en la búsqueda de la perfección a veces se corre peligro de saturación por anabolizantes. Quizás ellos busquen el empaque de los posteriores Accept, lo que pasa es que estos les llevan cuatro décadas de ventaja. La banda germana rezuma jerarquía por los cuatro costados. Solo queda el guitarrista Wolf Hofmann de la época de su eclosión, pero todos los que militan a su lado parecen entender el sentido mecánico y marcial de la maquinaria de heavy metal que son. Incluso el guitarrista de Whitesnake, Joel Hoekstra, se ha unido a ellos durante esta gira, asumiendo su papel, como un soldado más, consolidando un ataque de tres guitarras sonoramente macizo, pero también diáfano. The Reckoning abrió el camino y Fast As A Shark y Balls To The Wall rubricaron la despedida de un concierto sólido como el acero alemán.

El de Einar Solberg fue un concierto de ensoñación otoñal al comienzo del verano

El escenario pequeño era su lugar natural. Einar Solberg era consciente de ello y también de su condición de rara avis: «Vamos a tocar cosas que son mucho más tranquilas que lo que hacen la mayoría de las bandas de este festival». Y así fue. El líder de Leprous había estado en Murcia unos días antes con su banda. Ahora era el turno de desempolvar los temas extraídos de su primer disco en solitario. Intimista y atmosférico, abierto a su exuberante lucimiento vocal y buscando quietudes a las que ni siquiera se enfrenta con su banda de siempre, a lo que ayuda la inclusión de un violinista para aportar aún mayor reflexión. Banda sonora de ensoñación otoñal al comienzo del verano. Temas in crescendo como la representativa A Beautiful Life. Estamos ante un tipo que se ha empeñado en indagar en terrenos musicales poco explorados. Lo hace desde su necesidad artística, a través del buen gusto y de su gran porte como músico.

Un momento de Igorrr, conjunción de electrónica y metal.

Un momento de Igorrr, conjunción de electrónica y metal. / Iván J. Urquizar

El águila nos vigilaba. Estaba a punto de despertar. Ya no es como el que adornaba los escenarios cuarenta años atrás, pero sigue siendo ‘el águila de Saxon’, anagrama de tantos parches, de tantas cazadoras tuneadas en aquella época. Siempre se dice, y es verdad, que ellos son una parte esencial de aquella generación de bandas denominada New Wave Of British Heavy Metal que reanimó una escena heavy abofeteada por el punk. Tenían que reaccionar, y lo hicieron. Saxon fueron de los que opusieron mayor resistencia. Dejaban que les tiraran todo tipo de objetos al escenario, dejaban que les escupieran. Eran otros tiempos, era la Inglaterra de los Sex Pistols, pero qué buena cuna para fabricar bandas de directo, irreductibles como ellos. Un poso que aún perdura en su puesta en escena. La adición de otro histórico de la época como el guitarrista de Diamond Head, Brian Tatler, es todo un acierto. Un ‘igual’ con el que compartir andanadas del calibre de la inicial Hell, Fire And Damnation que da título a su último disco y espolea al grupo desde el minuto uno hacia la consecución de un show en modo ‘somos una autoridad’, y con la flema inglesa de la que el cantante Biff Byford siempre hizo gala. Él era otro de los septuagenarios del festival, su voz ya no es tan clara como solía ser, pero de potencia va sobrado. Saxon son heavy metal, por supuesto, pero todavía tocado por la varita mágica del rock and roll, lo que les permite modular las cosas entre contundencia y cercanía, hacia estribillos coreables, como el de la esencial Wheels Of Steel. El águila volvió a volar... muy alto.

La rapaz se convirtió en córvido. Poco después los cuervos de The Raven Age pusieron a prueba el sonido del escenario tres. Tienen buena imagen, buen directo y practican un metal evolucionado de épica y originalidad, pero quizás falto de canciones de verdadero enganche. La noche se cerraba a toda oscuridad en el Cartagena Stage con los pioneros del black metal, Emperor. La sombría elegancia del culto a la penumbra sonsacó la voz descarnada del sacerdote Ihsahn y su circundante aluvión de guitarras rasgadas hasta lo siniestro, haciendo acopio, sobre todo, de canciones pertenecientes a sus dos primeros discos, como la seminal Ye Entrancemperium con la que nos mandaron a dormir al mismísimo infierno, aunque nosotros volveremos, porque no nos queremos perder la última jornada de este Rock Imperium.