Crónica

Judas Priest en Rock Imperium, defensores de la fe... metálica

Fueron los indiscutibles protagonistas de la jornada inaugural del Rock Imperium, que tuvo lugar este miércoles, pero a la banda de Rob Halford le acompañaron Uriah Heep, Extreme, In Extremo, Ronnie Romero, etc.

Rob Halford, durante el concierto de Judas Priest, con el logo de la banda británica de fondo

Rob Halford, durante el concierto de Judas Priest, con el logo de la banda británica de fondo / Iván Urquízar

Rafa Llorente

Es un nuevo reto. El Rock Imperium se enfrenta en su tercera edición a un nuevo desafío. No es habitual que en un festival de estas características la mayoría de los nombres más llamativos se concentre en el primer día del evento, y que ese día, además, sea un miércoles. La primera duda quedó disipada. Desde primera hora, la explanada de la Cuesta del Batel presentaba una notable asistencia de público. El cartel de la jornada no era para menos: un listado de bandas en el que la variedad era uno de sus puntos atractivos. Había hard rock, metal gótico, folk o industrial y, por supuesto, heavy metal con una de las bandas que lo inventaron.

Lo reconozco, llegaba un poco tarde, no mucho, pero es verdad que Blackbriar ya habían comenzado su actuación cuando yo atravesé la puerta del Rock Imperium. Mientras caminaba hacia las entrada del recinto, el viento fresco del Mediterráneo soplaba y traía consigo los efluvios de la música gótica de estos neerlandeses.

Su vocalista, Zora Cock, se esforzaba por llegar a los registros más agudos, mientras revoloteaba como una duende de los bosques. Era su estreno en escenarios españoles. Sonaron lo suficientemente solventes como para no desentonar en la siempre difícil misión de ser los primeros. Luego, Turmion Kätilöt pidieron oscuridad. Aunque no se obró el milagro, ellos se las apañaron para que la gente bailara su metal industrial con vocación disco de rostros maquillados, letras en finés, buen humor y alma de horror movie.

Calentaba el sol, aunque no tanto como otros años, y la presencia de Ronnie Romero en el escenario ‘Estrella de Levante’ ponía la velocidad de crucero al primer día de festival. El chileno pisaba por segunda vez el Rock Imperium, tras su presencia liderando a Elegant Weapons el pasado año. Romero está ya baqueteado en mil batallas. Su talla internacional es una realidad. Rainbow o Michael Schenker han sido escuelas de las que ha tomado buena nota, y eso lo plasma en sus actuaciones. Se mostró confiado en sus posibilidades.

Los ‘cuernos’ volvieron a ser una constante entre el público asistente, como no podía ser de otra forma.

Los ‘cuernos’ volvieron a ser una constante entre el público asistente, como no podía ser de otra forma. / Iván Urquízar

Lo fácil hubiera sido echar mano de versiones de algunas de las canciones populares de esos nombres con los que ha cantado, pero no, él prefirió sacar pecho y apostar por temas de su carrera en solitario. Composiciones radiantes como Castaway on the Moon, en la que aglutina todo ese bagaje de hard y metal clásico que es su bandera. Anunció que el show estaba siendo grabado para su posterior edición en DVD. Motivación extra para lucirse con Chased by shadows, tocado de lleno por la influencia de Dio, lo cual tendría aún mayor confirmación (si es que hacía falta) con la despedida en forma de versión de su clásico Rainbow in the dark.

Ronnie le había puesto las cosas difíciles a Eclipse para que tomaran el testigo en el escenario contiguo. La banda de Erik Martensson está curada de espantos, tal y como demostró cuando en mitad del show la caja de la batería quedó inutilizada y tuvieron que tirar de sangre fría y una versión acústica de Battlegrounds, dando tiempo a que se reparara la avería. No hubo nervios. Los suecos cumplen este año sus bodas de plata. Veinticinco años facturando parte del mejor hard rock melódico hecho en la vieja Europa, hecho en Suecia, patria de bandas como sus coetáneos H.E.A.T. o Europe, de los que han tomado buena nota para no confundir el estilismo con la cursilería y convertirse en animales de escenario, como prueban en temas a lo Falling to my knees o la final, inevitable e hímnica Viva la victoria.

Bien. Las cosas se estaban poniendo serias. Tenía que ser así. El escenario ‘verde’ se estaba llenando de tipos melenudos, de cabellos casi albinos, buena salud capilar y, sin embargo, rondando los setenta años de edad. Ya, ya lo sé, al principio estaban Deep Purple o Led Zeppelin, ya. Ellos se llevaron gran parte de la fama, pero en un segundo término, con un fenomenal bagaje musical y no tanta fortuna, estaban Uriah Heep. Cincuenta y cuatro años contemplan a esta leyenda británica, pioneros con mayúsculas del hard and heavy. Han estado editando álbumes regularmente en los que la vitalidad es una norma y sus directos no les van a la zaga.

Bernie Shaw, cantante de Uriah Heep, demostró estar todavía en plena forma

Bernie Shaw, cantante de Uriah Heep, demostró estar todavía en plena forma / Iván Urquízar

Suenan potentes y compactos, el vocalista Bernie Shaw no ha perdido ni un ápice de sus enormes facultades. Redondea temas propios como los más novedosos Hurricane o Hail the sunrise, pero son casi suyos también a estas alturas clásicos como Gypsy Queen. Reivindicó, y con razón, la figura de Mick Box, como padre del rock de los setenta, y él correspondió haciendo mucho ruido en la pujante Free ‘n’ easy. El fin de fiesta estaba esperando con la infaltable Easy livin’, en la que se vieron acompañados por el propio Ronnie Romero y el guitarrista de Judas, Richie Faulkner.

Pero, un momento. Algo no funciona. Tras un momento de pausa algo extraño está ocurriendo en el escenario ‘Cartagena’. La música ha vuelto a sonar. Escucho los pulsantes acordes de It (’s a Monster), de Extreme, pero no es eso lo que me sorprende. Sobre el escenario Gary Cherone (voz) y Nuno Bettencourt (guitarra) saltan y se contornean al ritmo de su música como dos juveniles. Apuesto a que aún visten la misma talla de pantalón que utilizaban hace ¡treinta años! Por si fuera poco, no necesitan teñir sus canas y su cabello luce intacto.

Se lanzan sin red, son más contundentes, ya lo sabíamos escuchado sus últimos discos, pero es que eso también lo llevan a su show. Todo va sobre ruedas hasta que el efecto sorpresa se mitiga, aparecen canciones no tan conocidas y la fase acústica hace acto de presencia. Nuno y su simpatía nos hace esbozar una sonrisa cuando presenta su celebérrima More than words diciendo de ella que es «la canción favorita de Rob Halford». Todo el mundo la cantó, claro. Estaba siendo un set algo inconexo, aunque levantaron vuelo con Cupid’s dead y su jam final, en la que Bettencourt y su guitarra arrasaron, y después vino el remate con la potente Rise, la cual ejemplifica su actualidad como banda.

El vocalista de Extreme, Gary Cherone, durante un momento de su actuación

El vocalista de Extreme, Gary Cherone, durante un momento de su actuación / Iván Urquízar

Nuno Bettencourt se declaró fan de Judas Priest. Dijo que iba a ver el concierto que los de Birmingham estaban a punto de comenzar en el escenario contiguo. Caía la noche sobre Cartagena. El logo de la banda presidía el escenario desde sus alturas, mientras varias plataformas daban relieve al decorado. El pistoletazo de salida trajo como primera andanada su reciente Panick attack. Esto es heavy metal, lo tomas o lo dejas, un corte enrabietado en el que pisan el acelerador tal y como ellos mismos inventaran hace más de cinco décadas. El sonido era algo confuso y estridente. You’ve got another thing comin’ sirvió para mejorarlo, aunque no terminaba asentarse. Breaking the law culminó un primer cuarto de show en el que las cosas estaban más frías de lo que cabía esperar. La voz de Halford era correcta aunque parecía algo constreñida, mientras caminaba por el escenario con cierta parsimonia. Scott Travis castigaba sus tambores con su estilo impasible y sin embargo rotundo.

Todo estaba bien, pero no era estelar. Rob Halford, vestido a base de brillantes lentejuelas, declaró a la banda como «defensores de la fe del heavy metal» cuando presentó la canción título de su último trabajo, Invincible shield. El final de ésta marco un despertar. Las guitarras dobladas, marca de la casa, de su conclusión enlazaron con clasicazos como Victims of changes y The Green Manalishi, la cual dio paso a un Painkiller, que puso a prueba a Halford... y venció. A partir de ahí, como si se hubiera quitado un peso de encima, afrontó los bises subido en su icónica Harley-Davidson, ataviado ahora con un chaleco largo adornado con parches del grupo y rugiendo en una recta final, ahora sí, incontestable con el trío ganador de Electric eye, Hell bent for leather y Living after midnight. Auto-dosificación entregada con maestría de las indiscutibles estrellas del cartel del festival.

La peculiar propuesta de los veteranos In Extremo pareció una buena idea para poner el cierre. Los juglares alemanes sacaron sus gaitas, su arpa y hasta una especie de laúd eléctrico. Sus cantares de gesta, antiguos y modernos, escritos en alemán y otros idiomas, tienen una firme intención folk, pero las guitarras son potentes y su actitud posee hasta cierto matiz punk. La voz grave y rota de Michael Robert Rhein invita a los bailes paganos, atreviéndose con un tema en latín como Ave Maria y otro en castellano macarrónico como Esta noche. El aquelarre concluía con Pikse palve. Hora para que las brujas salieran y otros descansaran pensando en que mañana sigue el festival.