Opinión | Todo por escrito

Aterriza como puedas

Nuestros dirigentes no tienen ni idea de cómo las personas estamos obligadas a movernos por el mundo

Para llegar al paraíso que es Filipinas hay que atravesar antes el infernal aeropuerto de Manila: un lugar caótico e inhumano, custodiado por seguratas que te apuntan con una ametralladora si intentas respirar o moverte. Salvando las distancias, en la Región de Murcia sucede algo similar: para llegar hasta aquí hay que sobrevivir a unos sistemas de transporte tortuosos y completamente irracionales, que aniquilan el ánimo hasta del viajero más entusiasta. Hoy, vamos a centrarnos en el transporte aéreo, el gran olvidado.

La primera vez que aterricé en Corvera me embargó una murcianía hollywoodiense sin precedentes: al fin, un aeropuerto propio e internacional, que se dice pronto. Sin embargo, un señor bien informado me sacó de golpe de mi ensoñación: «Señorita, aquí no hay servicio de autobuses. Eso se acabó». «¿Se acabó? Pero si leí en la prensa que por fin habían puesto uno», le dije incrédula. «Bueno, a veces hay y a veces no, que esto tampoco es el tercer mundo. Pero este mes no hay». «Ahh, qué mala suerte la mía», le dije mientras buscaba cómo vender mis órganos para pagarme el taxi.

Pero a base de golpes se aprende. Así que esta semana decidí aterrizar en el aeropuerto de Alicante, ya que allí sí que hay autobuses a Murcia todo el año. Para evitar sorpresitas, compré el billete de bus por adelantado a la única compañía que opera esa ruta, Alsa. Mi vuelo, como casi todos los vuelos del mundo, llegó con un poco de retraso. Al bajar del avión supe que mi condición de murciana me saldría, otra vez, terriblemente cara: había perdido el último bus.

¿Y qué hora cree que era? ¿Las dos, las tres de la madrugada? Pasaban pocos minutos de las 20.45 de una espléndida tarde de verano. Para los guiris y valencianos que se dirigían a su Comunidad sí que había autobuses, pero para los murcianos no. Este maltrato sería de locos si no fuera porque tiene su explicación: por todos es sabido que los murcianos no debemos viajar más allá de las ocho de la tarde, ya que perdemos nuestra condición de tiernas criaturas y nos convertimos en reptiles monstruosos, como los Gremlins.

El transporte público es un servicio básico esencial, pero nuestros dirigentes (de todas las Administraciones, sin excepción) no tienen ni idea de cómo las personas estamos obligadas a movernos por el mundo. Y ya si uno es de Murcia, mejor ni le cuento. Como incentivo para nuestros políticos, propongo que todos los desplazamientos que realicen durante las campañas electorales los hagan obligatoriamente en transporte público. Si quieren nuestro voto, que aprendan antes a coger el autobús. El coche oficial, para cuando se lo hayan ganado. 

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