Opinión | Todo por escrito

Cómo sobrevivir a uno mismo

Quien no haya tenido una semana complicada en su vida, que tire la primera piedra

Terminé de contarle mis penas a mi querida profesora de chino y ella, con esa distancia empática que la caracteriza, me dijo: “Mira, hay un dicho en mandarín que define muy bien por lo que estás pasando: 磨(Hǎo shì duō mó), algo así como que «las cosas buenas llegan después de muchas dificultades». 

Entonces me acordé de la canción de Héctor Lavoe: «Pronto llegará el día de mi suerte/ Sé que antes de mi muerte seguro que mi suerte cambiará/ Pero ¿cuándo será?». Ante tanto drama no pude evitar reírme. 

Quien no haya tenido una semana complicada en su vida, que tire la primera piedra. Otra gran amiga me comentó una vez que el cerebro tiende hacia los pensamientos negativos, porque los circuitos ‘tristes’ suponen un menor gasto energético que los ‘alegres’. No le dio tiempo a concretarme las bases neurológicas de su teoría, pero me pareció tan sugerente que se me quedó grabada. 

Vivir es una lucha contra uno mismo o, como diría Ortega, «un perenne dolor, un constante desgarrarse de esa parte rendida al hábito». Nadie dijo que soportarnos y reinventarnos a diario fuera fácil, pero hay estrategias infalibles para salir victoriosos del combate. 

Algo tan sencillo como leer puede salvarnos la vida. Uno no piensa en el suicidio si tiene un buen libro a medias. Eso es así. Leer nos permite reconciliar a esos dos viejos enemigos, que son la realidad y el deseo. Es el único alimento capaz de saciar el hambre que nos hace humanos. 

Otra estrategia que funciona es pensar en otro idioma. Cambiar de lengua activa los circuitos neuronales ‘dormidos’: el pensamiento divergente se expande y aparecen nuevas soluciones a los problemas. Cualquier idioma y nivel valen. Además, no hay nada más exótico que aprender a autocompadecerse en cantonés, por ejemplo. 

Otro elemento de eficacia comprobada es el agua. A veces creemos que estamos terriblemente deprimidos, cuando solo necesitamos una buena ducha. Nadar es el mejor antídoto contra la pereza y no hay nada más refrescante (en el sentido físico y metafísico), que darse un chapuzón en el mar. 

De los grandes escritores hemos aprendido otras dos técnicas para mantenerse a flote: o bien hacer todos los días lo mismo (la rutina como salvación), o bien poner tierra de por medio y mudarse de cuando en cuando (cambiar de aires como terapia). Va con el carácter.

El arte de sobrevivir a uno mismo requiere toda una vida de aprendizaje. Mientras tanto, podemos tirar del refranero canario, «para muchos pesares y penas, atarearse a manos llenas». Y usted, ¿cómo lo hace?

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