Opinión | Mamá está que se sale

Plan de chicas

Una escapada con tus hijas no tiene precio

Un momento de las Hogueras.

Un momento de las Hogueras. / ÁXEL ÁLVAREZ

Hace un tiempo fuimos a las hogueras de Alicante. Pasear por Alicante, y más esos días, es para mí lo más cercano a hacer un viaje en el tiempo. Me transporto a cuando vivía allí, sin necesidad de cerrar los ojos.

Aquella vez fue algo improvisado, y aunque paseamos y vimos las hogueras más representativas, solo las vimos arder a lo lejos, y nos fuimos con la sensación descafeinada de haber perdido la ocasión de ver, en vivo, la Cremá. Fue una pena.

Este año, mi hija Cristina quería ir. La otra vez se quedó con la miel en los labios, así que me lo tomé como algo personal. Se lo prometí veinte veces. Y entre tú y yo… a mí también me parecía un planazo. Valía la pena organizarlo. 

Eso sí, los pies en el suelo: Alicante estará aquí al lado, pero no era tan fácil. De entrada, San Juan caía lunes, que cole no habrá, pero una tiene cosas que hacer un lunes cualquiera, aunque en Alacant sea fiesta.

Luego estaba el capítulo ‘hombres de mi casa’. El plan de ir en junio un par de días a Alicante no les parecía nada mal, pero ninguno de los dos se iba, ni loco, a ver quemar las hogueras a partir de las doce de la noche. Total, que, como diría Torrente, habría que dispersarse. Tendríamos que hacer un plan de chicas, sin ellos, y eso podría dar al traste con el plan. Pero surgió entonces una visita nostálgica a La Manga que solucionó la cojera del plan, y aunque era un poco «unos pa’ un lao y otros pa’ otro» que diría mi abuela Encarna, con los hombres debidamente ubicados nuestro plan de chicas salió adelante. 

Luego vino el plan en sí. Después de ver dos o tres hogueras, subimos a ver la Palmera desde el Jorge Juan, un instituto que hay al final de Federico Soto. Las escaleras hasta arriba, infernales, pero la vista del Castillo de Santa Bárbara, desde luego, fabulosa. A las doce en punto, móviles en mano apuntando al castillo captaron cómo surgía desde la montaña una palmera de fuegos artificiales. Enorme, grandiosa. Yo preferí mirarla directamente. Lo otro son recuerdos artificiales. Una vez que había salido la Palmera, ya se podían quemar las hogueras

Corriendo -bueno, es un decir- rapidito, nos fuimos a ver la hoguera de la Diputación. Un espectáculo verla arder al mismo tiempo que volaban los fuegos artificiales en todas direcciones, de todos los colores, aporreando el aire, tronando en lo alto, con ese olor a pólvora inconfundible y que yo siempre asocio a Alicante.

De allí, a otra hoguera, en mitad de la Rambla, a repetir el festín de fuego. Fuegos y alegría. Hasta nos mojaron los bomberos. No mucho, lo justo para sentirnos alicantinas totales. Volvimos a casa y estuvimos de acuerdo en que esto del plan de chicas… habrá que repetirlo. 

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