Opinión | Mamá está que se sale

Cómo educar a hijas fuertes

Ayudarles a desenvolverse en una sociedad cambiante y exigente

Unsplash

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Antes de nada, si estás buscando la varita mágica, lo siento, pero no es aquí. Ojalá. El tiempo pasa, y podemos decir que el día de mañana, ese en el que nuestras hijas dejarían de ser nuestras bebés, ha llegado ya.

Mientras dure su etapa de estudios, incluso durante la universidad, creerán que tienen las mismas oportunidades que sus otros iguales, sean hombres o mujeres, y que todo dependerá, en gran medida, de su esfuerzo o de su capacidad. Claro que hay un factor corrector, porque el destino o la suerte también juegan. Pero mientras no aparezcan, pueden creer confiadamente en su capacidad de esfuerzo como motor para conseguir sus metas.

Sin embargo, se han producido tantos cambios sociales y económicos, en tan poco tiempo, que podemos decir que estamos en una sociedad líquida. Los valores, los principios que entendemos como pilares de nuestra sociedad, sencillamente no existen. Todo vale, todo está bien, según se mire desde aquí o desde allí. Por un lado, tenemos las redes sociales y la continua exigencia de ser guay. Es necesario que les hagamos ver que son valiosas, primero de todo, a nuestros ojos: somos su primer referente. Y además, por la cantidad de virtudes o singularidades que tienen cada una. «Lo esencial es invisible a los ojos… y también en Instagram» debería ser un mantra que no nos cansáramos de repetir.

Luego está el feminismo. No consiste en odiar a los hombres, sino en ver con naturalidad el rol femenino y masculino, ese del que vienen los niños desde Adán y Eva. Y, además, en apoyar que las mujeres tengamos las mismas oportunidades, si estamos pariendo o criando. Hay derecho a todo lo imaginable, pero ser madre sigue siendo como irse al Himalaya: algo propio de ricos desocupados. Es gracioso que ese Himalaya sólo sea posible si el padre de las criaturas y tú formáis un equipo. Hay muchos inventos ‘líquidos’, pero ninguno iguala este.

Aparte, tenemos los cuerpos, ‘las máquinas’. Son para toda la vida y hay que cuidarlas por dentro y por fuera. Transmitirles cultura gastronómica elemental y modos de conservar la máquina debería estar entre nuestras prioridades.

Y, por último, capítulo aparte merecen las amigas. Todos sabemos lo necesario de una red de amigas. Enseñarles a encontrar buenas amigas, leales, que crezcan con ellas, les aportará la buena sombra de un buen árbol.

He puesto de título «Cómo educar hijas fuertes», pero no he dejado aparte a mi hijo pequeño por casualidad. Los retos que enfrentarán sus hermanas, como mujeres, en una sociedad líquida como la nuestra, no tienen nada que ver con los suyos. A ellas les tocará redibujar el papel de la mujer, ahora más que nunca. Mujeres profesionales, madres, parejas, amigas. Les hará falta ser fuertes. Y tenemos que estar cerca para ayudarles

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