Murcian@s de dinamita

Fulgencio M. Lax: El dramaturgo que escribe desde el dolor

"Aquel chaval que escribía una interminable novela de vampiros por entregas infinitas para sorprender a sus compañeros de colegio ha seguido escribiendo"

El dramaturgo que escribe desde el dolor.

El dramaturgo que escribe desde el dolor. / Ana Martín

Pascual Vera

Pascual Vera

Cada vez que observo a Fulgencio M. Lax escribiendo en esa suerte de cuaderno de artista en el que registra sus textos, en feliz alternancia con unos espléndidos dibujos de su cosecha, no puedo dejar de pensar en Berlanga y Azcona, que necesitaban escribir sus guiones en la cafetería de unos grandes almacenes mientras contemplaban y se imbuían de la vida.

Aunque Fulgencio tiene algo de ave nocturna –o de grandes madrugadas– que busca la soledad de las horas intempestivas para escribir, también ama el bullicio de una cafetería cercana que compartimos como clientes para imbuirse de la vida mientras escribe de los temas graves que conforman su teatro.

Aquel chaval que escribía una interminable novela de vampiros por entregas infinitas para sorprender a sus compañeros de colegio ha seguido escribiendo, medio siglo después, inspirado por una pasión que no ha menguado un ápice desde que contemplaba con fruición cómo sus compañeros le pedían más y más entregas de aquella interminable saga de chupasangres.

Pasión universitaria

Cuando esta pasión por la escritura –antes la había tenido por la lectura– se unió con el conocimiento del mundo del teatro a través del TEU de la Universidad de Murcia, el resultado fue una eclosión de emociones que ya nunca lo abandonarían.

Aquel trabajo en equipo le parecía una sinfonía encaminada a provocar las más intensas emociones en el espectador, la expresión viva y momentánea de un proyecto artístico lleno de facetas que atrapan a todos los que participan en él, empezando por el propio autor.

Si Goya hubiera podido contemplar los rostros y la emoción de quienes contemplan su pintura sobre los fusilamientos del 3 de mayo, se habría sobrecogido de la emoción, me comenta Fulgencio. Como le ocurre a él mismo cada vez que contempla la representación de una obra suya.

Fulgencio entiende el teatro como forma de expresión artística que interviene en la sociedad. Quizás por eso su dramaturgia está hecha irremisiblemente desde el conflicto, desde el dolor, desde la defensa del más débil. «Escribo desde la ventana al mundo desde la que me asomo, y compruebo que no me gusta lo que veo».

Escribir desde el dolor

La realidad dolorosa como fuente de inspiración. Ese parece ser su sino. Está de suerte, Fulgencio, para engendrar obras de teatro; aunque probablemente preferiría no tener tanto material como el que le ha proporcionado la dolorosa realidad a la que hemos asistido en los últimos tiempos. Cuando lo veo, me confiesa que ha acabado su último escrito unas horas antes, en torno a un tema que le quema: el genocidio israelí sobre el pueblo palestino.

Los personajes del teatro de Fulgencio M. Lax están todos muertos, aunque no todos los saben. Su ciclo de los muertos, el del terror, el de la violencia, nos hablan de temas lacerantes y repletos de dolor, que no son más que el reflejo sobre las tablas del doloroso conflicto que engendra una sociedad enferma como la que vivimos. Este profesor confiesa que ha sido tan feliz en su faceta de docente que repetiría cada uno de los momentos que ha estado con sus alumnos dentro del aula.

Tanto como lo ha disfrutado en su faceta como investigador, actualmente volcado en un tema de un enorme calado: un completo diccionario de arte y artistas escénicos que incluye una exhaustiva nómina de actores, directores, bailarines, iluminadores… Una iniciativa que ya está próxima a culminar, dice, y que esperamos desde ya con impaciencia.