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La Caja de la Rusa: "La Torre de la Azohía"

"Seis siglos de historia dan para mucho y nos deberían concienciar del valor de tamaño patrimonio si es que no somos capaces de valorar la inmensa belleza de estas pétreas construcciones"

La Torre de Santa Elena en la Azohía.

La Torre de Santa Elena en la Azohía. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Volvemos a otra de las ilustraciones de la ‘Caja de la Rusa’ en las que vuelve a aparecer una torre defensiva de las costas de nuestro mar Mediterráneo. Sin miedo a equivocarnos, podemos afirmar que se trata de la Torre de Santa Elena, situada en la Azohía, un antiguo pueblo de pescadores del municipio de Cartagena y que hoy es una estupenda localidad turística, colindante con el municipio de Mazarrón. Ya nos hemos referido en anteriores ocasiones a estas torres que fueron construidas por orden del emperador Carlos V y Felipe II, aunque hay quien afirma que ésta, en concreto, hay que datarla en el reinado de los Reyes Católicos, con lo cual sería la más antigua de todas las de nuestro litoral. Eran torres defensivas contra las incursiones y ataques de los piratas y corsarios berberiscos que acechaban estas costas. Seis siglos de historia dan para mucho y nos deberían concienciar del valor de tamaño patrimonio si es que no somos capaces de valorar la inmensa belleza de estas pétreas construcciones. Pues aún perduran, vigilantes, como antiguos gigantes mirando el horizonte, con su mirada fija en el antiguo Mare Nostrum.

Parece ser que fue diseñada por un gran arquitecto e ingeniero militar italiano de la época, Juan Bautista Antonelli, que trabajaba para la corona española, para la que diseñó un gran número de baluartes militares en toda Europa, entre ellos los castillos de Alicante o Peñíscola, así como numerosas torres vigías en el levante español. Cuentan las crónicas que este hombre fue un superdotado en su época y todo un visionario, que diseñó, además, obras fluviales para la navegabilidad desde Lisboa hasta Toledo del río Tajo. Sobre ello ha escrito Ricardo Sánchez Candelas en un libro titulado Sólo navegaron sus sueños. Lo cierto es que detrás de estas construcciones hay muchas historias que hoy ya nadie tiene tiempo de aprender, y muchas gentes que en ellas dejaron su imaginación, sus esfuerzos y hasta su propia vida. Hacer estas rutas, como lo hicieron las familias de las marquesas de San Pedro del Pinatar, no sólo es una estupenda actividad de senderismo con unas vistas espectaculares, sino que es un recorrido que nos eleva hacia otros tiempos en los que se forjaron nuestras raíces y lo que somos hoy en día.

Recuerdo perfectamente mis juveniles viajes en moto a esta zona del extremo de la bahía de Mazarrón, cuando esta torre estaba sumida en el abandono y el deterioro, a punto de desmoronarse, y si no lo hacía era porque en ella, según contaban, vivían los fantasmas de sus últimos defensores, los últimos de Santa Elena, que nunca quisieron abandonarla. Un episodio feliz que se restaurase en 1990, por la Comunidad Autónoma y el INEM. Hoy luce majestuosa, con su original forma hexagonal, a cien metros sobre el nivel del mar, y ahí está, de nuevo viendo pasar el tiempo, mucho antes que la puerta de Alcalá y sin que nadie recuerde ya ninguna de las canciones que seguro le escribieron los poetas o cantaron los marinos y quienes dentro de ella pasaron días interminable esperando la llegada del enemigo. En estas torres siempre había que estar en guardia, como los servicios de urgencias, por el bien de los ciudadanos del entorno.