Jazz San Javier

La pasión por el swing del profesor Cunningham

Adrian Cunningham and His Old School protagonizaron la gratuita jornada inaugural de la 26ª edición del Festival de Jazz de San Javier

El multiinstrumentista y su banda ofrecieron un recital de swing que puso al público de la Plaza de España a bailar

Con los calores estivales resurge el Jazz San Javier. Hay festivales encantadores, y este es uno de ellos. Magnífica idea que la jornada inaugural fuera gratuita, con un felicísimo concierto de jazz tradicional que contagió pasión por el swing. 

El premiado multiinstrumentista australiano Adrian Cunnigham ha armado un septeto brutal de músicos que facturan melodías sin adulterar de la vieja escuela de Nueva Orleans: Professor Cunningham and His Old School –Dani Alonso (trombón), Gerard Nieto (piano), Queralt Camps (contrabajo), Jérôme Etcheberry (trompeta), Artem Zhulyev (saxo barítono) y Marti Elias (batería)–, y dejaron su particular sello en San javier. La gran virtud del concierto fue trasladar al público que llenaba la espaciosa plaza a un club humeante de la mismísima Nueva Orleans. El espectáculo resultó de lo más entretenido, con ese jazz primitivo, alegre y contagioso que te hace marcar constantemente el ritmo con el pie, a caballo entre la tradición blanca y negra, pero sin excesos de ortodoxia, rememorando a grandes referentes del género como Louis Armstrong y Sidney Bechet. Una fanfarria de lujo.

Si bien esto es jazz de calidad, ante todo es música de baile con arrogancia de viernes

El repertorio se fundamentó en piezas de la tradición musical de New Orleans, animadas y vibrantes, y que combinaban música y voz. Tocaron todo tipo de himnos, marchas de desfile (no faltó el clásico When the saints go marching in, con una trompeta perezosa a lo Amstrong), algún blues… y también algunas versiones sacadas de películas de Disney –Be our guest, Under the sea–. A lo largo de la noche sonaron desde una de las composiciones más tempranas de Duke Ellington (The Mooche, interpretada al clarinete, entre sordinas), un clásico del swing (My king of girl), la romántica Pennies from heaven con brillante solo de saxo alto, el vals de Sidney Bechet Si tu vois ma mère –al que por azar acompañaron las campanas de la iglesia delicadamente–, el rhythm and blues de I Hear You Knocking que escribió Dave Bartholomew e inmortalizó Fats Domino, o un original (Cheeky Monkey) en clave neorleaniense. Las mejores canciones de la era de las big bands con un conjunto vibrante y un gran sonido de metales. Piensa en Count Basie, Duke Ellington, Cab Calloway (St James infirmary Blues, que hicieron, en un pequeño descanso Adrian, a la flauta, y Queralt).

 La Old School mostró en todo momento una gran compenetración y complicidad, disfrutando de cada segundo sobre el escenario y transmitiendo con su música deliciosamente bailable esa sensación a un público entusiasta y expectante, gran parte del cual se lanzó a bailar lindy hop. Parece que el profesor Cunnigahm estudia cuidadosamente los viejos discos de jazz para seleccionar tan excelente material de baile, con gran solidez y riqueza de arreglos, todo interpretado con dinamismo, solvencia y buen humor. Está claro que les encanta lo que hacen, y compartirlo.

Uno de los placeres inesperados es el rico y amaderado clarinete de Cunningham que, sencillamente, es capaz de todo. Al lado del trombón y el trompetista, narradores articulados y locuaces, el clarinete del profesor parecía el encargado de puntuar: sus notas sueltas, que de tan ‘vintage’ sonaban como sacadas de una gramola, eran las exclamaciones y los puntos a la música.

Cunnigham es un músico y multiinstrumentista muy competente –brilla como saxofonista, clarinetista, flautista y cantante ocasional: se encargó de las voces, excepto en Under the sea, que cantó el trombonista en un inglés con acento catalán–. Su estilo es informal y los resultados son muy agradables. En ocasiones, el clarinete, el piano, el contrabajo y la batería podrían ser fácilmente el Quartet de Benny Goodman.

Cunningham es un artista profundamente intuitivo, con una capacidad única para cambiar sin problemas entre saxo tenor, clarinete y flauta mientras se integra hábilmente con sus acompañantes, y que puede ejecutar una amplia gama de conceptos con facilidad. Valga como ejemplo el dulce y melancólico clarinete de Si tu vois ma mère de su admirado Sidney Bechet, bellamente combinado con un solo de piano coloreado con buen gusto . Cuando se lanzan con clásicos como Amen, St james Infirmary Blues o When the saints go marching in, es como su estuvieras en Bourbon St. Incluso se bajan del escenario tocando entre el público y dejándose querer por los presentes Se trata de un jazz alegre y de buen gusto interpretado como debe ser por siete hábiles artesanos cuya interacción es mucho más acogedora de lo que sugieren las notas.

La despedida fue un guiño a Ray Charles con Kiss me baby. Los acérrimos del swing seguro que disfrutaron; otros tal vez deseen una mayor exploración y originalidad, aunque la capacidad técnica de Cunningham es incuestionable. Quede claro: si bien esto es jazz de calidad, ante todo es música de baile, abordada no con piadosa reverencia, sino con arrogancia de viernes por la noche. Desde luego, los espíritus de Duke Ellington, Harry James o Sidney Bechet deberían estarle eternamente agradecidos por su enorme difusión para el gran público. Cunnigahm y su vieja escuela mostraron la vigencia del jazz tradicional.