Opinión | La balanza inmóvil

Viajar

De un tiempo a esta parte me maravilla lo mucho que viaja la gente, y yo sin moverme de mi zona de confort. Falcon para arriba, Falcon para abajo, Falcon que, aunque se averíe, hay otro, aunque sea para un viaje de 557,9 kilómetros a Doñana

Imagen de archivo de un avión Dassault Falcon 7X.

Imagen de archivo de un avión Dassault Falcon 7X. / EFE / ETIENNE LAURENT

Siempre me ha encantado El viaje a ninguna parte de Fernán Gómez. Pero más aún, si sabes dónde vas. Siempre se ha dicho que la vida es como un borracho, que te agarra del brazo y te lleva donde ella quiere. Menos mal que a veces somos nosotros mismos los dueños de nuestras vidas y decidimos, por lo menos, lo que no queremos. Y entre las cosas que decidimos libremente, salvo que no tengas más remedio por profesión o por cuestiones médicas, es ir o no de viaje.

De un tiempo a esta parte me maravilla lo mucho que viaja la gente, y yo sin moverme de mi zona de confort. Falcon para arriba, Falcon para abajo, Falcon que, aunque se averíe, hay otro, aunque sea para un viaje de 557,9 kilómetros a Doñana. Pero no solo las gentes de altas esferas viajan, también lo hacen los jóvenes, al menos de boquilla, que acuden a First Dates porque están desesperados a los 20 años por no tener pareja, y los de 80 años también. Siempre dicen aquellos que lo que más le gusta en esta vida es viajar. Al del Falcon lo entiendo, porque se lo pagamos los demás, pero a estos jóvenes la verdad es que no sé cómo se lo pagan, salvo que como saben que no van a poder comprarse una vivienda digna nunca, ni siquiera pagar un alquiler más allá de 400 euros, decidan vivir la vida, que lo entiendo, o sus padres se lo paguen, que también es otra posibilidad. El caso es viajar, ya sea en Falcon o de mochilero.

Pero me pregunto, ¿cuáles son las motivaciones que llevan a la gente a viajar tanto? La primera de ellas puede ser la de huir de sitios donde te pueden insultar si eres un personaje público (por siete votos...) o desconectar de tu triste realidad cotidiana, si eres un particular. 

La segunda razón quizás sea para recargar energías, o por puro placer asiático. Una tercera es la integración social: conocer a más gente, otras costumbres y culturas. La autorrealización por tener baja la moral, o para subir más la que ya tienes alta, puede ser otra causa de viajar. Recargar las pilas para desconectar de la rutina diaria y seguir ilusionado con tu trabajo, amigos y familia podría ser otra motivación. Pero la que más me mola, porque es la que con mayor asiduidad mueve a viajar (junto con la anterior referida de huir) es poder contarlo a los amigos y conocidos. Menos mal que ya no te enseñan las fotos como antiguamente el álbum de boda, que te la hacían tragar sí o sí.

¿Para qué te vas a ir al otro lado del mundo a una playa que igual, o mejor, la tienes a 50 kilómetros de tu casa? La respuesta es sencilla: para poder contarlo, no solo a los amigos y conocidos, también colocarlo en las redes sociales, sin pensar que, mientras estás poniendo fotos de tu caro, lejano y playero viaje, estás avisando que no hay nadie en tu casa, a los efectos oportunos para los interesados rateros. 

De todas formas, la mejor de todas estas motivaciones es, sin duda, la de culturizarte y practicar tu inglés. A pesar de que se habla mucho menos que el español en el mundo, que es la segunda lengua más hablada, después del chino mandarín, no eres nadie si no puedes presumir con tu nivel de inglés. No importa que seas inmoral, o lo que es peor, amoral, si sabes inglés, no pasa nada, pues se te abren las puertas del universo y la gente dice, «pero si habla perfectamente inglés», por lo que estás capacitado para todo, y es de respetar más que a una monja de clausura.

Así que, he decidido abandonar mi zona de confort y viajar, porque ayuda al corazón (o al ‘cora’, para que rime con bailaora, como dice la sevillana, la más exitosa este año en la feria de Sevilla, de Omar Montes), rejuvenece nuestro cerebro, impulsa las hormonas de la felicidad, causa bienestar y libera del estrés entre otras virtudes, como la de aumentar la salud física y mental, e incluso la esperanza de vida. Eso sí, no viajaré ni en Falcon ni de mochilero, sino por mi cuenta, o con el Imserso, para aprender de otras culturas. 

Empezaré visitando al querido y amnistiable Puigdemont, para hacerle la pelota y me haga ministro de Justicia el día de mañana. Qué gran tipo, por cierto. Valiente, solidario y absolutamente inocente.

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