Opinión | El retrovisor

Veranos de los 70

Una nueva generación, aquella que había ilustrado su infancia con los tebeos de Hazañas Bélicas y El Capitán Trueno o viendo Bonanza en la televisión en blanco y negro, la que se examinó de preuniversitario con chaqueta y corbata, comenzó a pasar de lo divino y lo humano. La influencia del turismo les induce a viajar por Europa, muchos jóvenes desean ir a Londres o Dublín a conocer otras costumbres, que más tarde les llevará a descubrir Ibiza, una juventud rebelde que escucha a Pink Floyd y a Bob Dylan y que decora sus cuartos con pósters del Che Guevara o de Raquel Welch.

Una década en la que cambiaron las indumentarias en clara ruptura generacional. Se repudia la corbata y el traje de color azul marino como si de una declaración de principios se tratara, de antipatía hacia una sociedad que les niega el derecho al voto, pero que les seduce con el consumo. El consumidor se impone, por tanto, al ciudadano.

El pantalón vaquero, los tejanos se convierten en la prenda más utilizada por los jóvenes de entonces, hasta tal punto de que en España, en 1972, se llegaron a vender quince millones de prendas. Triunfa la moda ‘unisex’. Las chicas se apuntan también al uso del pantalón vaquero, el consumo femenino de ‘jeans’ representa el 70% de las ventas totales en el mercado nacional.

Se lee Hermano Lobo y el inglés se impone como segundo idioma ante el francés, tan de moda en los años sesenta, en gran parte debido a la música de importación y a los grupos musicales como The Beatles y tantos otros surgidos en Reino Unido y países europeos.

Los guateques estivales se rinden ante la aparición masiva de discotecas, sucesoras de las ‘boites’, la vida nocturna se estandariza en los veranos, donde los españoles confraternizan con foráneos. El amor hace estragos, surgiendo las parejas de nativos con suecas, francesas y alemanas que son un nuevo aliciente al sol estival.

Junto al síntoma diferenciador de la vestimenta o de la melena, aparece un nuevo argot que empieza a nutrirse de ‘bocatas’, ‘cubatas’, ‘demasié’, ‘guay’ o ‘mola¡, vocablos privativos de la juventud, la que vive en su ‘mundo pop’.

Minifaldas, melenas, flequillos, camisetas, chupas y vaqueros distinguen a aquella juventud surgida de la franela gris. Todo cambió con los inicios de aquella década, la que abrió el camino hacia la estruendosa movida de los ochenta en nuestro país.