Opinión | Limón&Vinagre

Bianca Jagger: La musa latina va a misa en latín

La actriz y activista de origen nicaragüense Bianca Jagger.

La actriz y activista de origen nicaragüense Bianca Jagger. / Jorge Torres / EFE

Bianca Jagger monta un caballo blanco en la discoteca neoyorquina Studio 54 en 1977, la pura estampa del desdoblamiento animal y una de las fotos icónicas de la disipación de la segunda mitad del siglo XX. Una imagen liberadora incompatible con firmar una carta que reclama al Papa el mantenimiento de los ritos eclesiales en latín. El titular debería ser que la musa latina va a misa en latín, una asistencia más incomprensible que la victoria del Frente Popular en Francia. Se llama en realidad Bianca Pérez-Mora Macías, un nombre poco artístico y que se vio enriquecido comercialmente tras el emparejamiento con Mick Jagger. En efecto, parece su hijo en las imágenes compartidas, y no por las edades, sino por los cerebros respectivos. La diosa laica y hoy religiosa siempre quiso llevar la voz cantante. De ahí la ruptura con el solista y su emparejamiento posterior con famosos como Bjorn Borg, el iceberg sin palabras.

Antes de eliminarla del santoral laico, y de recriminarle que debió avisar décadas atrás de que le iba la misa con mantilla, conviene recordar que la interacción papal de la musa nicaragüense viene de antiguo. Hace dos años también se dirigió al papa Francisco, para que repudiara la dictadura conyugal de Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta, culpables del encarcelamiento de varios obispos del país centroamericano.

Bianca Jagger tenía derecho a una conversión en embajadora de Amnistía Internacional, incluso a una reconversión ultracatólica y a entablar un tráfico fluido con el Sumo Pontífice, pero no debió arrastrarnos en sus delirios. Cuando la agasajamos en la Mallorca de 1998, nos impresionó porque era incapaz de articular una sonrisa, y ya nos advirtió de una evolución ahora consolidada. «Sigo muy de cerca el mundo del arte, solo que ahora prefiero la música clásica al rock and roll». Vestía blazer y collar de perlas. Nunca fue clásica, sino exótica. Bella «más allá de las palabras», en la expresión de Bob Dylan, aquí citado por su camaradería con Mick Jagger. En una reunión en la que intervenía Isabel Preysler, una tarjeta delante de cada participante detallaba su rango, y se había omitido en el caso de la filipina por falta de ocupación definida. Bianca Jagger plantea el mismo interrogante.

Ha apasionado a millones de seres humanos, pero ¿qué es? Actriz y activista, proclaman los cánones, pero le cuadra mejor el socialité que también se aplica a la primera esposa de Julio Iglesias. Son los símbolos indescifrables que ideaba la caligrafía malévola de Andy Warhol. Examinando los desplazamientos hacia el negro de Ortega y de Bianca Jagger, se concluye que algún ingrediente perturbador contamina el agua de Nicaragua, valga la redundancia. Sobrada de confianza en sus posibilidades, la ex del Rolling Stone planteaba que «optar a la presidencia nicaragüense es para mí un dilema. No sé si desde ese puesto podría seguir siendo fiel a mis convicciones». Ha encontrado la salida a esta encrucijada, cambiar continuamente de convicciones.

Adicción papal

Apeada de la afabilidad desde hace décadas, confía tan ciegamente en su magnetismo personal que ha creado la Fundación Bianca Jagger para la Defensa de los Derechos Humanos. Sin embargo, no le habla al latino Jorge Mario Bergoglio del genocidio de Gaza, sino en contra de la prohibición de la celebración en latín, que no movilizaría ni a un votante de Le Pen. Padre. La Bianca de Mick saltó de compartir francachelas con Helmut Berger o David Bowie, otros animales más bellos del mundo, a entrevistar a Gerry Adams.

De la bacanal interminable a la denuncia de la situación de las mujeres en Bosnia-Herzegovina, el drama que la había traído a Mallorca. El asunto a defender quedaba relegado a una posición subalterna, lo crucial era discutir. A menudo, la evolución espiritual o espiritista de Bianca Jagger le plantea contradicciones con la parte más salvaje de su biografía, que resuelve polemizando. Su inevitable militancia en las sociedades de protección de la fauna embarrancó con la tortura que infligió al caballo blanco que la inmortalizó en Studio 54. Ningún problema, la musa negó que hubiera entrado cabalgando en la discoteca, y se limitó a confesar que se había encaramado a la montura dentro de la sala. El pecado mortal encogía a venial, el mito y el cuadrúpedo quedaban a salvo.

Por supuesto que hay una moraleja en la inesperada adicción papal de Bianca Jagger. La manera más eficaz de atajar los conatos de rebeldía juvenil consiste en amonestar a sus protagonistas de que, a un año de cumplir los ochenta, estarán escribiendo cartas al Vaticano, para preservar los ritos preconciliares. Si esta imagen no los disuade de entregarse al libertinaje, nada lo hará. 

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