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Colectivo de Mujeres por la Igualdad en la Cultura

María Goyri, «mujer brillante, comprometida y pionera»

En un momento de avance de la ultraderecha en Europa, una corriente que tiene en su núcleo central el antifeminismo, hemos querido recordar la importancia de la vida y obra de María Goyri

María Goyri

María Goyri

María Goyri fue una gran pedagoga, filóloga e investigadora. Nacida en 1873, su figura gozó de un gran prestigio hasta mediados del siglo XX, pero poco a poco se apagó, como la de tantas mujeres que el franquismo quiso ocultar. Las palabras que dan título a este artículo fueron pronunciadas a su muerte por su marido, Ramón Menéndez Pidal, con el que ella trabajó en una relación de igualdad en la tarea recopilatoria del Romancero Español, aunque durante mucho tiempo se la presentó como ayudante y colaboradora. Fue ella quién lo acercó al Krausismo y a don Francisco Giner de los Ríos, quién le tenía un gran aprecio y siempre la apoyó. Hija y nieta de madre soltera -una circunstancia que solo podría ser una barrera en la sociedad de la época-, ambas fueron defensoras de una educación de la mujer basada en el estudio, el interés por el trabajo y la responsabilidad, valores que María siempre defendió y que forjaron su espíritu. Nunca se puso barreras en un mundo hostil ante la independencia femenina y siempre apoyó a las mujeres de su entorno. Por ejemplo, prologó y financió el primer libro de María Teresa León, sobrina segunda suya, Cuentos para soñar. En octubre de 2023, con motivo del 150 aniversario de su nacimiento, el programa Documentos de RNE le dedicó un episodio en el que participaron, entre otras personas, su bisnieta Sara Catalá y Carmen Oliart, que ha publicado un libro titulado María Goyri: una mujer asombrosa. Algunas de las opiniones vertidas en ese programa están recogidas en este artículo.

Resulta imposible no sentirse cautivada por esta mujer que hasta los 12 años se educó en su casa, siguiendo un programa elaborado por su madre y completado con la asistencia a un gimnasio y clases de dibujo. Con frecuencia era la única niña en esas clases, lo que la familiarizó con los juegos de niños, y esta educación le ayudó en sus relaciones con sus compañeros de estudios. Siempre destacó las muestras de cortesía que recibió de sus compañeros en la universidad. Porque María fue la primera mujer que obtuvo una licenciatura en Filosofía y Letras en España, en 1896. Empezó a estudiar con su amiga Carmen Gallardo, cuyo padre se matriculó para acompañarlas. Pero a la muerte de él y tras el casamiento de Carmen, se quedó sola. A partir de ese momento, permanecía en el decanato hasta que el catedrático de turno la recogía, la acompañaba a clase, donde la situaba en primera fila, y al finalizar la depositaba de nuevo en el decanato. La operación se repetía con todas las asignaturas. Ella llegó a comentar que más que protegerla a ella era una muestra de falta de confianza hacia sus compañeros, a los que consideraban incapaces de convivir en clase con una mujer.

Pero volvamos a su educación. A partir de los 12 años empezó a asistir a la Asociación para el Estudio de la Mujer que había fundado en 1870 Fernando de Castro. María siempre consideró que esta institución fue la cuna del feminismo español. Allí entrará en contacto con la Institución Libre de Enseñanza y el Krausismo. Será profesora de la Asociación, participará en la puesta en marcha de las colonias escolares de la Residencia de Señoritas en 1915 y del Instituto Escuela, dónde fue profesora. Formó parte de la Junta de Ampliación de Estudio y presidió el comité de becas para las mujeres al ser la única mujer doctora en España. Gran admiradora de Concepción Arenal, de 1916 a 1926 formó parte del Patronato del Delincuente. En 1892, en el Congreso Pedagógico hispano-luso defendió la educación de las mujeres como base para la obtención de un trabajo que permitiera su independencia económica. Frente a las críticas que recibían las mujeres instruidas, de la que se decía que no podían ser buenas madres, decía con ironía que nunca jugó a las casitas, lo que no le impidió llevar bien una casa como si se hubiera estudiado el manual de la perfecta cocinera. 

En 1900 se casó con Ramón Menéndez Pidal y dedicaron su luna de miel a recorrer a lomos de mulas las rutas del cantar del Mio Cid. Doña Emilia Pardo Bazán los llamaba ‘los Curie Españoles’. En ese viaje, en el que se dedicaron a recoger romances, descubrió que dando los primeros versos de un romance la gente seguía cantándolos y los completaba. 

Ya hemos dicho que trabajó en plano de igualdad con su marido en la recopilación del romancero, una cuestión que no siempre ha quedado clara. Su pasión por el excursionismo, el acercamiento a la naturaleza y su afición a la fotografía han proporcionado un gran fondo documental que se conserva en la Fundación Menéndez Pidal. Siempre fue partidaria de la coeducación, y cuando viajó a EE UU se mostró muy crítica con la separación por sexos que se practicaba en las instituciones de educación superior. Decía que era un país antifeminista en la educación de las mujeres. Pero doña María mantuvo sus campos propios de trabajo. Sus investigaciones se centraron en Lope de Vega. En sus trabajos se enfrentó a los investigadores americanos que dominaban las teorías del momento sobre el autor. Cuando la atacaron, dijo con la sagacidad que la caracterizaba: «Yo no discuto, expongo datos». Su hija dice que nos las publicó por su perfeccionismo. Nunca consideraba su trabajo acabado. Tenía 66 años cuando terminó la Guerra Civil. De su altura intelectual nos da idea el temor de los sublevados al conocimiento y la cultura de las mujeres, que queda reflejado en su ficha policial en el archivo de Simancas. Informe Suñer, Burgos 1936 «Menéndez Pidal, Sra. de. Persona de gran talento, de una energía extraordinaria que ha pervertido a su marido e hijos, muy persuasiva. Una de las personas más peligrosas de España. Es sin duda una de las raíces más robusta de la revolución». Después del conflicto fue directora del Colegio Estudio, donde impartió clases hasta 1946. Al final de su vida perdió la vista, y después la cabeza. Murió en 1954 a los 81 años. Con su discreción habitual, dejó escrito que no le pusieran una lápida.

En un momento de avance de la ultraderecha en Europa, una corriente que tiene en su núcleo central el antifeminismo, hemos querido recordar la importancia de la vida y obra de María Goyri, pero también la valentía de su madre, Amalia, y de su abuela, Juana Vicenta, ambas madres solteras, que dieron gran importancia a la educación de sus hijas y al ejercicio de un trabajo que les permitiera ser independientes. Ser madres solteras y defender la educación y la independencia de las mujeres en el último tercio del S. XIX es una tarea extraordinaria que debe llenarnos de orgullo. Una vez más tenemos que recordar que las feministas no somos unas recién llegadas, y que aquí seguiremos defendiendo nuestras conquistas. 

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