Murcian@s de dinamita

Mari Paz Ramos: medicina como sacerdocio

"Hija y sobrina de médicos rurales, Mari Paz creció rodeada de médicos –allá por su Zamora natal–, una profesión dura y arriesgada en aquellas aldeas castellanas"

Mari Paz Ramos.

Mari Paz Ramos. / Ana Martín

Pascual Vera

Pascual Vera

El camino hacia la medicina parecía estar ya marcado, en el caso de Mari Paz Ramos, desde antes incluso de nacer.

Hija y sobrina de médicos rurales, Mari Paz creció rodeada de médicos –allá por su Zamora natal–, una profesión dura y arriesgada en aquellas aldeas castellanas. Aquellos médicos rurales habían de recorrer grandes distancias para atender los avisos, en ocasiones con nieve hasta la rodilla.

Su padre decidió trasladarse a un lugar de clima más suave. Y la segunda infancia de Mari Paz transcurrió en un pueblo cordobés, Palenciana, donde residió Ramos hasta cumplir los 10 años. Pero el padre, enamorado del Mediterráneo, decidió trasladarse a Fuengirola, localidad en la que permaneció ya hasta que se casó con un murciano –compañero de carrera–, y se vino a Murcia.

En las venas

Que Mari Paz llevaba la medicina en las venas lo sabe cualquiera que haya tenido la suerte de tenerla como médica. Lo suyo ha sido más un sacerdocio, desempeñado con la pasión de los convencidos.

Recuerda que tanto las casas de sus padres como las de sus tíos fueron hogares de puertas permanentemente abiertas, con vecinos que acudían incesantemente a ellas y donde cada día era distinto al anterior. Así lo percibía Mari Paz, que engendró en su interior el ansia de ser ella también médica aunque, en su caso, le sedujo durante un tiempo la idea de marcharse al tercer mundo, cumpliendo con esa visión de la medicina como sacerdocio que la ha llevado a renunciar a todo tipo de comodidades y, sobre todo, a su tiempo, que Mari Paz ha entregado a manos llenas a todo el que lo ha necesitado.

Médica de familia

Fue creadora de la Especialidad de Medicina de Familia en nuestra Región. Once compañeros de la facultad de Medicina de la Universidad de Murcia y la Consejería de Sanidad, formados magníficamente en Salud Pública y Medicina Preventiva, asegura. Ella alude a menudo a una frase que decía uno de sus profesores: «Dadme buenas personas y yo haré buenos médicos». La bonhomía, la buena voluntad, por encima, incluso, o a la par, al menos, de los conocimientos médicos.

Y alude a otro consejo que le dio un segundo profesor: «Sentad a vuestros pacientes y miradlos a los ojos». Y así ha sido la doctora Ramos toda su vida. Con todos y cada uno de los enfermos que han acudido a su consulta se ha levantado, les ha tocado el hombro y les ha mirado a los ojos.

Sabe que el hecho de que un médico de familia tome a un ser humano y lo acompañe a través de todas las etapas de su vida, hasta el final, y les procure un final digno, es lo más hermoso que puede deparar la vida.

Tiene la esperanza de que la medicina retome la senda de una medicina humanizada, que se trabaje en prevención y promoción de la salud, higiene y asepsia, porque eso previene mucho sufrimiento.

Recordar el camino

El año próximo se cumplirán 40 años de la apertura de los centros de salud en Murcia, y Mari Paz tiene la ilusión de que la Consejería de Salud organice unas jornadas de la medicina primaria en Murcia, que estudie de donde venimos y hacia donde vamos, como reflexión y homenaje a los médicos que había cuando su generación llegó a estos centros, que eran médicos de pueblo, y con los que su promoción convivió magníficamente: «Nos enseñaron muchas cosas».

No quiere que se pierda esa memoria histórica. Se ha hecho mucho y bien, reconoce, pero el camino debe recordarse.