Poesía

"A veces la presencia de otros humanos ayuda mucho a aterrizar los poemas en el cuerpo"

Hace unas semanas vio la luz el cuarto libro de la murciana, ‘La viuda’, un libro cuyos poemas tratan de retratar cómo es el ciclo de la vida después de una despedida: versos sobre rupturas, cambios de vida y viejas normalidades

La poeta murciana Ana Cerezuela posa tras algunos ejemplares de su último libro, ‘La viuda’. | L. O. 

La poeta murciana Ana Cerezuela posa tras algunos ejemplares de su último libro, ‘La viuda’. | L. O. 

Lola López

Lola López

Es habitual ver a Ana Cerezuela (Murcia, 1995) paseando su poesía por lugares como el micro abierto del Ítaca. Sus versos escapan del redil del papel y se prueban, se experimentan y se asientan en estos refugios caóticos de la ciudad. No es de extrañar, entonces, que algunos de esos textos se entretejieran sin que ella misma se diera cuenta para dar forma a La viuda (Valparaíso, 2024), su cuarto poemario. «La vida se compone de duelos», dice, y es por eso que en las cuatro partes de este camino cíclico la joven poeta y antropóloga murciana hace un retrato de la pérdida y la convivencia con ella, que a veces se presenta como «un fantasma atormentado» y otras como «un ancestro protector». La cuestión, como adelanta la ilustración de portada, es que «nunca desaparece».

Ya está fuera La viuda, su cuarto libro. ¿Cómo se siente? ¿Emociones conocidas, o este libro es diferente del resto?

Algunas emociones conocidas, sí, pero publicar un libro siempre es un poco diferente a la vez anterior. Creo que el acto de publicar muchas veces forma parte del propio proceso poético. Estoy muy feliz de que por fin esté fuera, orgullosa de lo que he escrito y enormemente agradecida con las lectoras por cómo lo están acogiendo.

Lo pregunto porque en su web ha confesado que escribió este poemario casi sin darse cuenta. ¿Cómo es eso?

Bueno, es que la vida de este poemario empezó de forma muy discreta: estuve alrededor de tres años escribiendo poemas sueltos sin tener ningún plan para ellos. No fui consciente de que lo que tenía entre manos podía ser un libro hasta que llevaba más o menos la mitad de los poemas escritos; los leí en conjunto y vi claro lo que habían venido a contar. En ese momento me emocioné mucho, fue como encontrarse un billete de 20 euros en un pantalón viejo, pero más bonito.

"Murcia necesita que sus micros abiertos se cuiden, se sostengan y se multipliquen"

El libro tiene cuatro partes diferenciadas, hábleme de este viaje poético.

La viuda viene a describir el bucle infinito de seguir viviendo después de despedirse de algo o de alguien. Lo dividí en cuatro fases, pensando que en realidad el libro puede empezarse y acabarse por cualquiera de ellas, como una espiral. Las dos primeras, Memoria muscular y Ensayo sobre el silencio, son una investigación de la ausencia, la soledad y una especie de existencialismo romántico. El vicio de respirar explora ese momento incómodo de seguir viviendo después, ‘la vida después del amor’ que cuestionaba Cher en Believe. La última parte, Santificación, es el acto mismo de la despedida, el ritual que autoriza el comienzo de un duelo. Y, desde ahí, una podría volver al principio. El viaje no acaba nunca.

Y la portada es una carta del tarot. ¿Por qué esta, qué simboliza?

Tuve claro desde el principio que quería inventar un arcano nuevo en base al tarot clásico porque en este libro me interesó mucho acercarme a los símbolos culturales de lo misterioso, las distintas cosas que hemos inventado los humanos para lidiar con cosas como la muerte o la incertidumbre. Mi amigo Kaos [Juan Bermúdez, el ilustrador de la portada] siempre me sigue a donde yo vaya, por raro que le parezca, me entiende como nadie y es un artista increíble. Los símbolos de la carta son principalmente cosa suya. Para mí, es una carta que advierte de la obligación de convivir con el pasado y lo perdido. No me haría gracia que me saliera en una tirada...

Sin querer ser esotérica, pero remitiendo a sus palabras, ¿qué tienen las barajas del tarot que llaman la atención hasta del más profano?

Bueno, parece que fueron pensadas para ser capaces de contar cualquier historia y enviar cualquier mensaje. Para mí no son muy diferentes a la baraja del Dixit [juego de mesa]. Invitan a entrar en un juego interpretativo y, en el caso del tarot, a ponerlo en diálogo con la intimidad y la vida de uno. Me parece divertidísimo, personalmente.

Varios días antes de su publicación lo sacó a la luz en la Feria del Libro de Madrid. ¿Cómo fue ese ejercicio de asomarse a lo que vendría unos días después?

Siempre disfruto mucho de las ferias, para mí es de las mejores cosas que tiene publicar. Fue muy bonito darle la bienvenida al libro allí, firmar los primeros antes de que la editorial empezase a enviarlos y poder hablar con la gente que más prisa tenía por tenerlo.

No es el único acercamiento de esos poemas al público, ¿no? Muchos han sonado en micros abiertos, como los del Ítaca. ¿Cómo fue estrenarlos, probarlos, en esos espacios?

He pasado muchas noches de miércoles en Ítaca, sí; empecé a recitar allí en 2013, que se dice pronto. Es muy interesante frecuentar los micros abiertos cuando una está en el proceso de escribir, que es bastante solitario. A veces, la presencia de otros humanos ayuda mucho a aterrizar los poemas en el cuerpo. Para mí ha sido el sitio donde ir a contarle a alguien lo que estaba haciendo, conectar con el arte de otros y celebrar el proceso de escritura con mis amigas.

Veo que es asidua de estos espacios abiertos para la poesía. ¿Cuál es su importancia, qué ofrecen en el tejido cultural de la ciudad?

Creo que tienen una utilidad que va mucho más allá de ser escaparates para darse a conocer. Son lugares de experimentación poética y artística importantísimos para los barrios y las ciudades. En el caos que producen tienen su sitio los borradores, los prototipos, el arte no ensayado, ideas o cruces que son imposibles de encontrar en espacios culturales más jerárquicos... Necesitamos muchos más. Murcia necesita que sus micros se sostengan, se cuiden y se multipliquen.

¿Consideras determinante cómo suena el poema en voz alta, en directo, aparte de escrito?

A mí me convence la idea que se oye entre los círculos de poesía norteamericana de que existe la ‘poesía de papel’ y lo que allí llaman ‘spoken word’. La idea es que depende del poema: algunos culminan en la forma que toman sobre la página, otros están hechos para ser recitados. Probablemente, por mi gusto por los bares de poesía, este último libro está bastante lleno de poemas ‘recitables’.

Volviendo a La viuda, su idea central es el duelo, pero parece que este tiene muchas caras. ¿Qué tipos de pérdida llenan estos versos?

Hay muchos poemas de ruptura, cómo no, pero también despedidas que tienen que ver con los cambios y los giros de guion de la vida. Empecé a escribirlo durante el confinamiento de 2020, en ese diálogo entre la vieja normalidad y el periplo de aprender a querer lo que vino después.

Dice José Daniel Espejo en el prólogo que este libro «habla de Ana Cerezuela tanto como de ti y de mí». ¿Cómo puede ser que algo tan personal hable, a la vez, de todos nosotros?

Es que la vida se compone de duelos. Da igual cuánto nos acojamos al derecho de olvidar o al mandato de pasar página: nuestro pasado nos persigue lo mejor que puede. A veces como un fantasma atormentado y otras veces como un ancestro protector, pero nunca desaparece.