Murcian@s de dinamita

Ginés García Millán: el niño que quería ser actor

"Pero lo suyo era la interpretación. Eso lo sabía Ginés, que ya de niño había alzado majestuoso la espada de madera que le acababa de fabricar su bisabuelo y afirmado con toda la solemnidad que un niño es capaz de afirmar: '¡Algún día seré actor!'"

Ginés García Millán.

Ginés García Millán. / Ana Martín

Pascual Vera

Pascual Vera

Desde niño, Ginés García Millán había contemplado el mundo desde dos ventanas: la que le proporcionaba el lienzo plateado de la pantalla cinematográfica, a la que le encantaba asomarse para imaginarse siendo todos los protagonistas del mundo, y desde el mirador que constituía para él el Salas, el hotel familiar situado en la plaza mayor de Puerto Lumbreras, un lugar que se le antojaba entonces el centro del mundo, visitado por gentes de todas partes. 

La tercera ventana

Había una tercera ventana que completaba la primera, constituida por la televisión de casa, en la que podía irrumpir en aquellos Estudios 1, donde contaban historias los mejores actores españoles: Rodero, Bódalo, José María Prada, Ana María Vidal, Irene Gutiérrez Caba, Fernando Delgado, Luisa Sala, Pablo Sanz… Historias que a aquel Ginés García Millán, primero niño y después adolescente, le encantaba ver desde el salón del hotel. 

Aquella pantalla doméstica y la del cine de Puerto Lumbreras, fueron las portadoras de algunas de las primeras emociones de aquel joven García Millán: los primeros descubrimientos, las primeras emociones, el primer amor, el primer beso, el primer grupo de amigos… Porque todos hemos sido Antoine Doinel y todos hemos descubierto un poco la vida a través de una pantalla. 

Colgar las botas

Aunque la primera salida del pueblo para tomar uno de aquellos trenes al norte distó mucho de ser por motivos cinematográficos. Ginés salió de Puerto Lumbreras por la vía deportiva, hacia el Real Murcia juvenil, equipo del que fue magnífico portero, según las crónicas, y más tarde marchó al Valladolid. 

Pero lo suyo era la interpretación. Eso lo sabía Ginés, que ya de niño había alzado majestuoso la espada de madera que le acababa de fabricar su bisabuelo y afirmado con toda la solemnidad que un niño es capaz de afirmar: «¡Algún día seré actor!».  

Por eso nadie se extrañó cuando colgó las botas para matricularse en la Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid para estudiar teatro, que era lo que siempre le había apasionado. Allí le llamó un actor de ascendencia murciana, Benito Rabal, para ofrecerle un papel en la serie televisiva Nazca (1995), primer trabajo de Ginés para televisión, rodada por buena parte de América Latina y con un elevado presupuesto. En ese rodaje fue donde el actor conoció a toda la familia Rabal, uno de los regalos que te proporciona la vida muy de cuando en cuando, afirma.

Dupla de cine

Pero tres años antes de eso, otro murciano, Juan Manuel Chumilla Carbajosa, ya le había encargado protagonizar un trabajo incluso más arriesgado, en el que compartía cartel con un elenco internacional en el que se daban cita la mismísima Margarita Lozano, Rafael Álvarez ‘El Brujo’, Cristina Marcos, Franco Citti… Una película -El infierno prometido- que Ginés califica como una apuesta muy valiosa de un director muy joven que consiguió hacer, a contracorriente y a pesar de su juventud, la película que siempre había querido. 

Hoy, tres décadas después, la filmografía de Ginés es enormemente amplia en teatro, televisión y cine, donde ha trabajado a las órdenes de Vicente Aranda, Jaime Chávarri, Eceiza, Gómez-Pereira, Chus Gutiérrez, Rosa Vergés… Pero ninguna de esas relaciones supera la que han formado durante este tiempo Ginés y el propio Chumilla Carbajosa, que incluye títulos como Entre el cielo y el mar (2017) o The Unmaking of (o cómo no se hizo) (2010), una cinta valiente que, según García Millán, «habla del proceso creativo y del amor al cine: un auténtico poema visual».