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La Caja de la Rusa: el arco de la Amalia

El Arco de La Amalia, Cartagena.

El Arco de La Amalia, Cartagena. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Lo que predomina en la caja de la rusa es la variedad. Tal vez responda a multitud de salidas y excursiones, asistencia a eventos o encuentros con personas y familias conocidas. Por lo pronto, espero que perdonen mi entusiasmo y esta manera desordenada de hacerles partícipes, queridos lectores, de estas imágenes que van desde los años 70 del siglo XIX a los 70 del pasado siglo XX. Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero algunas permanecen, como este hermoso rincón del que hoy vamos a contar algunas historias y leyendas.

El paisaje es también parte del patrimonio que nos toca cuidar y defender. En muchos lugares de las costas españolas y del mundo la geología, la erosión, el tiempo y la fuerza del mar han creado formas caprichosas y singulares que en ocasiones, dan la impresión de haber sido esculpidas por las manos artísticas del ser humano, o incluso de los propios dioses.

En los alrededores de Cartagena, al terminar una rambla que desemboca en el mar, se encuentra una pintoresca zona en la que unos pescadores fueron construyendo unas casitas de madera en lo que se llama La Algameca Chica, un poblado digno de acoger la grabación de alguna serie de Netflix o inspirar a poetas y escritores. Junto a este lugar se localiza este bello rincón, este capricho de las rocas que forman el conocido arco de la Amalia.

Recuerdo de adolescente, en mi ansia de descubrir lugares para pintar del natural, mi sorpresa y mi enamoramiento por esta zona, apta para unos baños espectaculares y también para inmortalizarlos. Poco tiempo después me dediqué a llevar allí a mi peña de amigos, a los jóvenes de la Asociación Juvenil y a la gente de los cursos de fotografía que yo impartía. Un lugar singular y hasta un poco mágico, muy apropiado para dejarse llevar por su belleza, embelesarse mirando el mar o incluso dar los primeros besos a algún amor.

Lo cierto es que hay varias historias y leyendas que se refieren a este lugar, sobre todo las que hablan de una mujer, de nombre Amalia, que era muy conocida en la zona por sus artes de curandera, de sanadora, por quitar mal de ojo y hacer encantamientos y nudos de amor para atraer a la persona que te gustaba. Cuentan que Amalia se enamoró de un marino, dicen que capitán inglés de un barco velero, y lo hizo tan locamente que no pudo resistir su marcha y, cual una Penélope, venía a este arco a esperarlo, mirando al horizonte, con la esperanza de que algún día volviera.

Otros cuentan que el marinero, tras un largo periplo, un día regresó y se la llevó a conocer otros mundos, incluso que había hecho fortuna y le había construido una mansión en su país. Es una historia tradicional pero que también recogió el que fuera cronista de Cartagena, Federico Casal (muerto en 1955), en su libro Leyendas, tradiciones y viejas historias de Cartagena (1966). Lo más sorprendente es que, en 1930, una niña estuvo a punto de morir en este lugar pero, milagrosamente, sobrevivió. La niña se llamaba Amalia Pérez y su historia la publicaron todos los periódicos de la época. Un milagro que tal vez leyó una marquesa en San Pedro del Pinatar.