Jazz San Javier

Calexico: tequila sunrise para todos

Creadores del ‘desert noir’, ofrecieron una actuación tan amplia y dramática como el suroeste de los Estados Unidos: alt-country ferviente y cálido, influencias mariachi y cumbieras para dar pie a unas canciones magníficas, llenas de chispa, que pedían a gritos ser bailadas

La leyenda del indie folk Calexico actuó ayer el Festival Internacional de Jazz de San Javier 2024.

L.O.

El delirio se apoderó de Jazz San Javier con Calexico. No fue un concierto recurrente, sino una muestra más del gran momento creativo que está viviendo la formación codirigida por Joey Burns y John Convertino, que muerde raíces en varios territorios. 

Ofrecieron una actuación tan amplia y dramática como el paisaje y la gente del suroeste de los Estados Unidos, esa temática desértica inspirada por Ry Cooder, los acordes, los ritmos, los silencios... El año pasado presentaron en gira la reedición de su primer gran éxito y obra maestra, Feast of wire (2003), pero ahora estaban empeñados en aclarar que esta gira es otra cosa, y de hecho tiraron de bastante repertorio del último álbum, El mirador (2022), la publicación del grupo con más base latina, y quizás la más valiente.

Los miembros nucleares Joey Burns y John Convertino formaron Calexico en 1996, y crearon lo que algunos han descrito como ‘desert noir’. Desde entonces, las entradas y salidas del resto de miembros han sido constantes. El plantel de multiinstrumentistas sobre el escenario incluyó al alemán Martin Wenk -al servicio también de Nada Surf y Depedro-, Jacob Valenzuela, Sergio Mendoza y Brian Lopez: una formación bastante cercana a la que grabó ese Feast of Wire. Para ser una banda de seis integrantes, cubren mucho terreno moviéndose con facilidad entre acordeón, vibráfono, pedal steel o trompeta.

San Javier, qué pasó!"

Así se presentó Burns con su banda en un auditorio a reventar. Calexico son increíbles en vivo, y no emplean mucho tiempo en subrayar sus tesis. Su material es extraordinariamente bueno, y ellos claramente se divierten tocando. 

Comenzaron uniendo Frontera y Trigger, recordando las sombras de The black light (1998); el tequila empezaba a hacer efecto. Siguió la Cumbia del polvo, con sus bases de rock psicodélico (la cumbia se impuso como el ritmo de la noche); dieron un giro con Then you might see, una especie de curso acelerado de indie-rock, tambaleante hasta llegar al estribillo, cuando las guitarras emprenden el vuelo. Todo terminó de nuevo en la frontera con Crystal frontier y, en medio, varias versiones astutas e impecables: el suave rasgueo de guitarra de Not even Stevie Nicks se deslizó hacia Joy Division, inspirada por Fleetwood Mac en una versión de Love will tear us apart («Soy un chico de los 80», dijo Burns: «La moda, la musica... ¿A quien le gusta el neon?»); la chisporroteante Alone again or sonó fiel al original de Love, pero con vibraciones latinas añadidas, y Heroes de Bowie, cantada por el guitarrista, casi arranca el techo del escenario.

Joey Burns cedió el protagonismo a sus colegas según correspondiera: dándole alas a Sergio Mendoza para un solo de piano contundente, asignando estrofas al llamativo guitarrista Brian, o retrocediendo y dejando que los trompetistas -y multiinstrumentistas- Jacob Valenzuela y Martin Wenk tomaran la iniciativa. Mientras, John Convertino a la batería, sublime, supervisaba ritmos. 

Tocar en Calexico es prácticamente lo más divertido que un ser humano puede hacer para ganarse la vida. Su persuasiva mezcla de alt-country ferviente y cálido con bulliciosas influencias mariachi es altamente accesible, sin necesidad de un conocimiento experto de la discografía del grupo para apreciar cómo aúnan la aptitud técnica con una vibrante estética nada ostentosa ante la que es fácil rendirse.

Las canciones eran magníficas, y la mezcla, clara y nítida. No jugó a su favor que fuera un evento sentado; esta música implora ser bailada, especialmente cuando se ponen en plan cumbiero. En Jazz San Javier, Calexico se mostraron en todo su apogeo, lo cual no es poco para una banda que lleva funcionando más de dos décadas. 

Retienen la chispa. Sin desviarse mucho de la plantilla que se marcaron en los 90, se les ve muy confiados; equilibran mejor su material acústico -más sutil-, con piezas inmediatamente satisfactorias puntuadas por las trompetas.

"¿Quieren bailar conmigo?"

Resultaron increíblemente brillantes en los instrumentales, que servían, además, para conceder más aire al show. La enigmática Pepita tiene aires de gran drama empapado en mezcal; evoca la tenebrosa frontera entre México y Estados Unidos imaginada por Orson Welles en Sed de mal (1958). Pocas concesiones hubo a la vertiente más ‘americana’, y la mayor parte de la velada transcurrió entre cumbias y rancheras, pero también hubo hueco para la polka Sunken waltz («¡Bienvenidos a Feast of wire!»), seguida de Quattro y Black heart, una canción en sintonía con las visiones nocturnas cinematográficas de 007 y Barry Adamson.  

La instrumental Crumble rindió homenaje a Mingus con un bajo jazzy y un solo de trompeta estratósferico (disipadas las dudas sobre su presencia en un festival de jazz), y otro instrumental, Close behind, permitió brillar al supertalentoso acordeón y trompeta al unísono, con hipnóticos ritmos tex-mex; cuanto más latino, mejor. Inspiración, cantada en español por el trompetista Jacob Valenzuela, fue una clara favorita del público. 

Calexico se autoabastece de composiciones variadas y bien construidas: pequeños milagros donde los músicos manifestaban su creatividad sin cortapisas, un completísimo collage en el que es posible rastrear el pasado y adivinar el futuro. 

Mientras Burns se apegaba a la voz y la guitarra, y Convertino no se movía de detrás de su kit, los otros miembros flotaban entre instrumentos con facilidad, con Martin Wenk, Jacob Valenezuela y Sergio Mendoza intercambiando trompeta, acordeón, teclado, incluso vibráfono -el impacto de la incorporación del ágil Mendoza fue evidente a medida que avanzaba el set-. 

El magistral guitarrista Brian López también se cantó Flores y tamales (además de la versión de Bowie). En Minas de cobre, cada trompeta se situó en un extremo del escenario, sin micros flanqueando a Joey en el centro con la acústica. Otro momento destacado fue, casi al final, la alegre Cumbia de donde: la mayoría del público bailó en el foso o en las gradas, y todos aplaudieron sonrientes. «¿Quieren bailar conmigo, hermanos?», dijo Joey Burns, un animador experimentado. ¡Buena onda, güey! El público respondió eufórico.

En la despedida, tras un largo bis, Joey empezó, solo con la acústica, Crystal frontier, que fue expandiéndose con la interpretación del grupo. 

Al final de la noche, cerca del mar, los vientos se llevaron las nubes amenazadoras. Nadie queria marcharse, como queriendo retener el magnetismo que Calexico irradiaron. Una noche feliz. Tequila sunrise para todos