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La Caja de la Rusa: ermita de San José del Lentiscar

Ermita de San José del Lentiscar

Ermita de San José del Lentiscar / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Me cuesta identificar y localizar muchas de las ilustraciones y viejas fotografías que hemos descubierto en esta caja del tiempo procedente de la que fuera mansión del Barón de Benifayó. Me pasa con esta de la ermita de San José, en la Diputación de El Lentiscar, entre La Puebla y El Algar, no muy lejos del Mar Menor. Hoy día está prácticamente derruida y es un dolor. Se puede ser religioso o no, pero este patrimonio ha de ser protegido, con la posibilidad de darle otros usos, incluso culturales.

Me interesa mucho esta acuarela de esta ermita que es de la misma época que las parroquias de otras diputaciones como La Palma o Pozo Estrecho. En aquellos siglos fueron lugares de culto para los lugareños de los caseríos colindantes y también para los pastores trashumantes que traían sus ganados desde La Mancha y otras provincias más al norte. Hace unos años asistí, desolado, a la visión de su interior, con los techos y cúpulas desmoronados. Hoy ya está aún peor.

Gente indeseable había destrozado los enterramientos que albergaba la ermita. Desvalijados los nichos, por el suelo se extendían huesos humanos y algún que otro cráneo. La Liga Rural lo denunció públicamente y a la Guardia Civil, que inició el proceso para llevar aquellos restos al cementerio más cercano. Con el tiempo, vimos en las redes sociales que los amigos de los misterios y las psicofonías habían entrado a hacer fotos y grabaciones. Hay que respetar estas aficiones, aunque es lamentable que cuando se les da publicidad a todas estas situaciones, vienen como moscas los desalmados, siempre dispuestos al expolio, al destrozo, a las pintadas ‘buscando tesoros’.

Ernesto Ruiz Vinader escribió un interesante libro sobre las Ermitas de Cartagena y en él hace referencia a esta de San José. La diputación cartagenera de El Lentiscar debe su nombre al arbusto llamado lentisco, del que se sacaba la almáciga, una resina y un aceite, la lentiscina, que se usaba en el alumbrado, aunque es cierto que en algunos momentos fue utilizado como alimento, que en tiempos duros todo se aprovecha.

Desde 1720, el término municipal cartagenero se divide en diecisiete diputaciones, que no pedanías, y el Lentiscar era la más grande de ellas. En torno a la ermita hubo un caserío que también contó con colegio. Es seguro que en aquellos años en que vivieron varias generaciones de marquesas en La Casa de la Rusa en esta ermita se celebraban actos litúrgicos, bodas y bautizos, se rendía culto a los muertos enterrados allí en siglos anteriores y se congregaban gentes de toda la comarca con motivo de los festejos en honor a la Virgen y al patrón San José.

Que tanta gente se haya ocupado de escuchar los espíritus y, sin embargo, nadie haya atendido el clamor de las piedras, el llanto de la historia y el grito de tantas almas que hay en este lugar. Aún quedan gentes de 60 o 70 años que fueron a misa en esta ermita, que allí hicieron la comunión y que llevaron flores silvestres en las celebraciones del mes de mayo.

Ya no quedan ni flores silvestres, todo aquello quedó arrasado por el tiempo, los campos de lechugas y la falta de interés. Con los años, tal vez sólo nos queden algunas fotos y esta ilustración de La Casa de la Rusa.