Jazz San Javier

Jazz San Javier: deliciosos estándares desde un arco iris de humanidad

Bill Charlap ofrece en el nuevo Teatro de Invierno un concierto exquisito en el que, por medio de estándares, demostró por qué está considerado como uno de los pianistas más refinados del momento

Bill Charlap Trio en el Jazz San Javier

L.O.

Podríamos haber estado escuchando a Bill Charlap toda la noche. A su piano, a su formidable trío y las historias que contaba desde el escenario del nuevo Teatro de Invierno, que debutaba este miércoles en el XXVI Festival Internacional de Jazz de San Javier.

Bill Charlap es único, un pianista de talento envidiable, quizás porque encierra multiples personalidades. Y el jazz del Bill Charlap Trio proporciona alimento para el alma. Triunfó bien escoltado por una espléndida sección rítmica –Noriko Ueda al contrabajo y Carl Allen a la batería–, y dejó constancia de su clase en magníficos solos, siguiendo el modelo de trío de piano establecido por Nat Cole, Oscar Peterson y Ahmad Jamal.

Exmiembro del cuarteto de Gerry Mulligan y del quinteto de Phil Wood, Charlap está considerado como uno de los pianistas de jazz más refinados del momento, un auténtico estilista en la tradición de Teddy Wilson, Hank Jones y Tommy Flanagan, y es uno de los intérpretes más destacados de los estándares estadounidenses a través de los marfiles. Si bien su tiempo con Mulligan garantiza unas consumadas habilidades de improvisación, su experiencia respaldando a luminarias como Tony Bennett y Sheila Jordan también ayuda a entender que su enfoque del gran cancionero estadounidense sea deslumbrante.

Charlap parece un profe de música, tímidamente encorvado y sonriente, pero no se confundan, está muy pendiente de su banda y del público, sobre todo del de las primeras filas, a quien parecía estar contando secretos. Le gusta mimar a su público: «Este festival está dedicado a los grandes que pasaron al otro lado, pero viven dentro de nosotros, siguen con nosotros siempre, como el gran pianista Ahmad Jamal, que cambió el mundo de la música con su increíble concepto de verdad y belleza». Cuando lo que se escucha es buen jazz, la música y el público siempre están cerca, y más en este Teatro de Invierno recién inaugurado de butacas ¡amarillas! sin reposabrazos.

El repertorio del delicioso concierto incluyó himnos del be bop como Woody ‘n’ you; In your own sweet way, de Dave Brubeck, y Yesterdays, de su álbum con Tony Bennett en homenaje a Jerome Kern, así como swingers elegantes y de buen gusto como I’ll remember april, que representa muy bien el jazz que le gusta a Charlap, dentro de los parámetros del be bop y el hard bop indistintamente. Interpretó un buen puñado de clásicos del jazz y del ‘Great American Songbook’, aunque tal vez la interpretación más exquisita fue una rapsodia solista sobre Body and soul. Puede tocar infinitas notas a la vez, con los diez dedos, y aún más con los pedales. Y en este trío hay un espíritu que circula entre ellos y se encamina al público.

El concierto empezó con una dulcísima On a clear day, con música de Burton Lane, una colisión de atrevidos acordes al piano en la que Charlap acariciaba con amor las teclas, y terminó con una encantadora y delicada versión, tocada al límite, de Sophisticated lady, de Duke Ellington, del que poco antes había ofrecido Caravan, y una versión divertida del tributo de Dave Brubeck a Duke Ellington, The Duke (la música de Duke Ellington es «un arco iris de humanidad», dijo). En algunas piezas optó por un ambiente de tierno romanticismo. Entre medias jugó sus cartas con gesto concentrado, valorando cada posibilidad expresiva y acertado siempre con la más original.

El toque de Charlap es con frecuencia ligero, casi sigiloso, pero siempre firme, claro y bellamente articulado. Enmarca los estándares con la mejor luz posible, y les añade su propia personalidad a través de arreglos sagaces y concisos alegatos en forma de solos. Cada miembro del trío toca con sensibilidad y se mantiene atento a la dinámica, presentando un jazz intelectual gratificante a muchos niveles. Enérgicamente apoyado por Ueda y Allen, el efecto total es simplemente perfecto, proporcionando un estimulante fondo. El poderoso sonido y la fiablidad de una excelente contrabajista todoterreno y de un baterista disciplinado en la pulsación regular y en las pinceladas de color –sin descomponer ni un momento la figura, bien pegados los codos al cuerpo–, que hizo danzar las escobillas con su dulce percutir, sostuvieron la trama rítmica con legitima fidelidad al modelo bopper.

Dueño de una mano derecha endiablada y una izquierda ingeniosa, Charlap dio el matiz justo al swing sereno de Prelude to a kiss, de Ellington, que honró la obra, reafirmando la idea de que la concisión señala el camino más recto hacia la claridad expresiva. Charlap tocaba con fluidez el vocabulario de sus predecesores: acordes de bajo atronadores al estilo McCoy Tyner, ejecuciones deslumbrantemente rápidas al estilo de Oscar Peterson, algo del swing elegantemente sobrio de Duke Ellington, la geometría oblicua de Thelonious Monk… Remataba en ocasiones los temas con finales arrebatados, dando manotazos en el teclado.

Charlap hizo gala de virtuosismo, buen gusto y una imaginación incesante a las teclas. Fue maravilloso comprobar la sofisticación y exactitud expresiva de sus solos, ya fuesen de alta velocidad o en el interior de una balada. Su concentración nunca disminuye, y aunque no tiene reparos en hacer alardes, con cada pasaje demuestra ser uno de los pianistas más dotados del jazz actual. Y atención a sus staccatos. A veces las teclas parecen quemarle los dedos; otras veces hace una especie de barridos. Impresionaba no sólo escuchar, sino también ver su amplia variedad expresiva. El público arrancó una propina al trío, y se quedó con las ganas de una segunda. Una velada increíblemente gozosa.