Murcian@s de dinamita

Emilio Morales, arte, amistad y vida

"El arte se agolpa en las entrañas de Emilio Morales, sabio degustador de obras"

El coleccionista de arte Emilio Morales.

El coleccionista de arte Emilio Morales. / Ana Martín Luque

Pascual Vera

Pascual Vera

Recuerdo a Emilio Morales, bromista, delgado, fibroso, con el pelo rizado caracoleándole por el rostro. Ha pasado el tiempo. 55 años para ser exactos. O 54. (¿Qué es el tiempo sino un constructo socialmente acordado por seres de sombrero de hongo?), jugando al fútbol, a aquel fútbol imposible de campo de colegio de patio irregular en el que más que un rectángulo de juego había que acomodarse a un eneágono más irregular que el Real Murcia en sus momentos de equipo ascensor. Cuánto daría este cronista por poder volver a jugar en aquellas condiciones y en el mismo lugar, hoy hurtado para siempre. Lo llamábamos Ruichi, pero era el Ruiz Mendoza.

Hoy veo a Emilio, su rostro surcado de marcas de vida –al mismo nivel que el mío, sin duda– y lo vuelvo a ver estiloso y rápido tras aquel balón objeto del deseo de dos equipos formado por unos compañeros que lo elegían en primer lugar cuando había que seleccionar equipo.

Pero ya no habla de máquinas tragaperras, ni de salidas de fin de semana con las chicas de jesuitinas, ni del próximo examen que se cierne sobre nosotros. Ahora me habla de arte. Y me da un paseo por el museo Gaya explicándome orgulloso la historia que se esconde tras cada cuadro, conseguidos en México, en Argentina o en cualquier punto de América, de nuestro país o de la región.

Desgrana y explicita la historia de sus autores, el lugar en el que descubrió cada obra, cómo conoció y esperó a sus dueños, como inquirió por el responsable de la tienda de antigüedades o el ahínco con el que persiguió una obra durante años. Y me habla de familiares, de amigos, de dueños poco amantes del arte. O de propietarios amantísimos de las formas y de los colores prodigados en los lienzos. La historia de la exposición Una ilusión.Colección Morales -Virgili en el Gaya es también la historia de una vida, la historia de un empeño, la crónica de un anhelo irrefrenable y el testimonio de un amor. Del suyo por su esposa, Elena Virgili, pero también por la vida y por poseer para sus ojos –y regalarlo de paso a las rendidas retinas de los amigos– todo este arte.

El arte se agolpa en las entrañas de Emilio Morales, sabio degustador de obras (si calificas de maravilla lo que no es más que una obra correcta, ¿qué dirás cuando te sitúes frente a Fra Angélico?) desde siempre.

Emilio es un ser ganado para el arte desde antes de nacer. Descendiente directo de Salzillo en séptimo grado –los restos de su hija, María Fulgencia Salzillo, reposan en el panteón familiar–, sobrino de la excelente pintora Sofía Morales, hermano menor de galeristas (Antonio y José Luis), aquellos adelantados que trajeron a Gaya, prohibido e ignorado en nuestro país durante tanto tiempo, hace medio siglo. Fue en la galería Al-Kara. Aún vivía el dictador.

Emilio vive cada obra que conserva y ha perseguido previamente, aprehende sus virtudes y encantos, se enamora de lo que representa y habla de las historias que envuelven cada uno de sus cuadros, conseguidos a fuerza de tesón y pasión, sentidos que nunca le abandonaron. Ni siquiera cuando salía a defender los colores del Santomera o del Racing de Santander, ya en primera, cuando el entrenador le exigía repartir estopa. Y él salía, ganado para una causa en la que creía sin dudar. Y repartía. O: «Salga usted y mate al 9», le decía persuasivo el entrenador del Orihuela. Menos mal que acabó abducido por el arte. Este chico era un peligro en el terreno de juego.

Emilio es historia de Murcia porque su portentosa cabeza salta de un sucedido a otro, de un nombre a otro, de un protagonista al siguiente, sin pestañear, sin atisbo alguno de duda o titubeo, como Johnny Weissmüller se asía de liana en liana en nuestra imaginaria selva infantil. Por sus locales –El Continental, El Continental Bistró…– ha pasado el todo Murcia de la cultura. Los artistas, los actores, los escritores, los profesores, los científicos… porque él se desenvuelve con soltura y prodiga buen humor a cuantos le conocen. Emilio es de otra división, por más que militara en primera en sus tiempos. Porque siempre lo ha sido –de primera–, por no señalar la Champion, donde lleva jugando y driblando sus pases de la vida con miles de amigos desde hace tantas décadas.

Vamos a comer juntos los compañeros pero un grupo pequeño, así se disfruta más, me emplaza.