En su rincón

Milagros López: la resistencia de Leda

«Escribía en secreto hasta que, con veinte años, me presenté a algún concurso y me premiaron, para sorpresa de mis padres, que no sabían que iba tan en serio»

Milagros López junto a su perro Neo, en su casa de Murcia.

Milagros López junto a su perro Neo, en su casa de Murcia. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Esta vez, mi encuentro es en el rincón de Milagros López López, escritora y, como sus padres, profesora de instituto de Lengua y Literatura. Escribe poesía, narracciones y novelas, tiene varios libros publicados, y yo acabo de terminar –y disfrutar con fruición– la lectura de MM2033: casi una distopía, situada en el año 2033, cuando el gobierno decide drenar el Mar Menor. Solo os puedo contar que la obra te engancha y que es una historia muy bien contada: un plato sabroso, lleno de multitud de ingredientes entre los que no faltan la intriga, el amor, la crítica, la búsqueda de la libertad, la rebeldía...  

Nos vemos en su casa de la ciudad de Murcia, cuyas paredes están pobladas de libros y pinturas de autores murcianos, entre los que reconozco a Álvaro Peña, Antonio Tapia o Manuel Pérez. La foto se la hago en el mismísimo rincón donde ella escribe en su ordenador portátil, acomodada en un sofá, acompañada por Neo, un muy sociable y hermoso cocker spaniel de color negro. Me invita a un refresco de té y me habla de su infancia y de su temprana afición literaria: «Mi padre, manchego, nació en La Gineta, y mi madre en Los Alcázares. Trabajaron en varios institutos, pero vivían en Murcia. Yo nací en Ronda Norte y, desde cría, me inculcaron el amor por la lectura: leí de todo, no solamente a los clásicos, también libros juveniles. Recuerdo que me gustaban mucho los de Celia, de Elena Fortún. La escritura también me ha gustado siempre, hice mis pinitos en el colegio y luego escribía en secreto hasta que, con veinte años, me presenté a algún concurso y me premiaron, para sorpresa de mis padres, que no sabían que iba tan en serio. Tuve claro muy pronto que quería ser escritora, pero mi padre me insistió en que primero me asegurase un trabajo en la enseñanza, así que estudié Filosofía y Letras en Murcia. Me hubiera querido quedar en la Facultad, en algún departamento, investigando, pero fue precisamente en las clases prácticas del posterior Curso de Adaptación Pedagógica cuando fui consciente de que me desenvolvía bien entre los alumnos y que eso también me gustaba. No me quejo de ser profesora y tengo mucho tiempo para escribir por las tardes y noches (soy muy noctámbula), los fines de semana, en vacaciones de Navidad y Semana Santa, y en verano, en la casa familiar de Los Alcázares. Siempre estoy escribiendo», me explica. 

Me enseña la casa, los libros de su despacho del que «se ha apoderado» una de sus dos hijas y hasta su dormitorio, donde también tiene varias pinturas muy interesantes. En la librería del salón descubro algunas joyas literarias, ediciones antiguas, muchos libros en inglés que lee sin traducir, así como una maravillosa edición facsímil en tres tomos de Jane Eyre, de Charlotte Brontë, con ilustraciones de la propia autora y otra de las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer. Me dice: «Me gustan mucho los libros, pero sobre todo me gusta leer, nunca dejo de hacerlo, para disfrutar, para aprender y también para asesorarme para mis escritos. Siempre aconsejo a mis alumnos que lean, y también a la gente que quiere escribir. No se puede ser una escritora si no eres, sobre todo, una gran lectora». 

Como buena contadora de historias, me habla de su periplo por lugares e institutos de la Región, que estuvo cuatro años en San Javier y trece en Santomera, que es su «segundo pueblo». Ahora lleva cinco años en el Juan Carlos I, muy cerca de su casa: «Yo creo que ya me voy a jubilar aquí, me pilla a un paso y estoy muy contenta». Me habla de cómo está creciendo la ciudad por este lado de lo que era Santiago y Zaraiche: «Aún queda una pequeña ermita en honor de la Virgen de Atocha, que antes estaba en plena huerta. Qué poco queda de la huerta de Murcia...». Me confiesa: «Llevo veinticinco años dando clase. A veces se te hace cuesta arriba, es un trabajo exigente que a veces te agota, es más cansado de lo que la gente se imagina, pero en el confinamiento de la pandemia me di cuenta de que echaba de menos a los alumnos y las clases. A veces me roban mucha paz de espíritu, es cierto, y luego no me centro en escribir, pero otros momentos son muy beneficiosos para cualquier persona a la que le guste compartir su pasión por la literatura».

Pintaba de joven y, por su tipito, me imagino que practica deporte o danza, pero tampoco: «Lo de ser delgada me viene de familia. Lo único que hago es submarinismo, me saqué el título en Méjico porque allí era más barato. Lo que sí me apasiona es viajar: cada año hago al menos un viaje de esos que se planifican durante meses. Estuve de Erasmus en Londres y por allí he vuelto varias veces. Este año voy a ir al pueblo y la casa de Jane Eyre, me gustan los viajes que me permiten ver lugares literarios, casas de escritores, etc. Quiero ir a Nueva Zelanda buscando los orígenes de Katherine Mansfield, a quien adoro tanto como a Virginia Woolf. Pero me gusta el viaje en general, mis últimos han sido a Albania y Croacia, Tailandia, Creta...».

Ha publicado tres libros de poesía, dos de los cuales –La noche de la Virgen y Aula– tengo en la estantería de mi mesilla de noche, pero me dice: «Tengo varios libros ya escritos aún sin publicar, incluyendo una novela sobre La Casa del Reloj, de San Pedro del Pinatar. Empecé con la prosa poética, luego escribí muchos relatos cortos y ahora alterno la narrativa con la poesía», cuenta, y añade: «No soy de esas que dicen: ‘os voy a leer un poema que escribí anoche’. Yo les doy muchas vueltas, los dejo reposar un tiempo y luego vuelvo a releerlos y los corrijo varias veces».

Terminamos hablando de la cultura en general, y de la Región de Murcia: «Hay mucho talento, muchos creadores, pero esta región es la gran desconocida. Ahora empiezan a despuntar los deportistas, pero también hay paisaje, gastronomía y muchos talentos que se ven obligados a marchar». 

¿Lo que más le preocupa? «El legado cultural y medioambiental que le vamos a dejar a nuestros nietos». Está orgullosa de pertenecer a Genialogías, Asociación Estatal de Mujeres Poetas. Sonríe mucho y se le achinan los ojos. Encantadora.