Entrevista

Pérez-Reverte: "Franco era malvado, pero muy listo, y sabía que la guerra la ganarían los aliados"

Publica El italiano. Una novela inspirada en los buzos italianos que durante la Segunda Guerra Mundial hundieron 14 naves británicas en Gibraltar y la bahía de Algeciras, que le lleva a reflexionar sobre la figura del héroe

Arturo Pérez-Reverte

Arturo Pérez-Reverte

Anna Abella

Uno es extraño que Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) retuviera desde niño, cuando su padre se la explicó a la salida de un cine, la historia real de un comando de buzos italianos en la bahía de Algeciras y Gibraltar entre 1942 y 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Porque el novelista, que recuerda que con 18 años hizo un curso de buceo en la Armada, se imaginaba en la piel de aquellos «submarinistas, de noche en el mar, atacando barcos ingleses [hundieron 14 naves aliadas]», montados en parejas a horcajadas sobre unos torpedos llamados ‘maiales’ (cerdo, en italiano): se acercaban al objetivo, sacaban la carga explosiva, la fijaban con un temporizador y escapaban antes de que explotara desconcertando al enemigo. «El héroe» de El italiano, la nueva novela del creador de las sagas de Alatriste y de Falcó, que lanza Alfaguara en una tirada de 180.000 ejemplares, se inspira en aquellos buzos, protagonizando, como reza la editorial, una historia «de amor, mar y guerra». 

«Yo pensaba que Franco había ayudado más a los italianos en esos sabotajes, pero no, porque desconocía del todo aquella actividad clandestina. Franco era malvado, pero muy listo, y ya sabía que la guerra la ganarían los aliados. Por ello ya pasteleaba con ellos, aunque si podía también ayudaba a un alemán o a un buzo italiano», explica el periodista y escritor superventas a este diario desde Gibraltar, donde ha presentado la novela. 

El héroe se llama Teseo (uno de los múltiples guiños a los clásicos griegos que Pérez-Reverte desperdiga en la trama), pero «la verdadera heroína, la protagonista», reconoce, es Elena Arbués, una joven viuda y valiente librera. Una figura que la dictadura franquista acabó anulando. «Ella reacciona ante eso, es fruto de ello. Es una mujer culta que no camina al ritmo que impone la política en España. El franquismo hizo retroceder a las mujeres al siglo anterior, a treinta años atrás, en cuanto a libertad. Como los talibanes están haciendo retroceder ahora a las mujeres en Afganistán». 

«Es la mirada de ella -añade-, de alguien que ha leído a los clásicos, Jenofonte, Homero, Virgilio… la que reconoce al héroe cuando lo ve salido del mar vestido de caucho negro, un hombre que sospechamos que no lee, que trabaja en un taller de góndolas veneciano y que solo cumple con su obligación, con su misión».  

Colocaba Pérez-Reverte sin complejos a Falcó de protagonista en el bando franquista. Aquí es un soldado de la Italia fascista. «Antes me fastidiaba pero ahora me divierte esa estúpida necesidad de clasificar a los héroes en buenos y malos según el bando en que estén. Al enemigo le negamos hasta el valor y al amigo le perdonamos los defectos y las atrocidades. Por eso tengo un espíritu provocador», desafía el novelista, que se aferra a «trabajar con tipos de héroes clásicos porque no caducan y no pasan de moda». «El heroísmo y el bien y el mal son zonas grises y ambiguas. Por eso me gusta que aquí sean del bando ‘malo’, porque hay héroes en todos los bandos. Y un héroe puede serlo hoy y mañana comportarse de forma infame. He conocido héroes espléndidos que eran pésimas personas», afirma apelando a su pasado como reportero en 18 conflictos armados en lugares como Eritrea, Nicaragua o Sarajevo. 

Héroes de hoy

No duda, el autor de Línea de fuego al buscar héroes de hoy. «Los sanitarios ante el covid, los bomberos que apagaban el fuego, el que se enfrenta a diario con dignidad a su jefe, quien cruza la calle para salvar a un perro de ser atropellado… están ahí, aunque no saben que lo son hasta ese minuto en que se convierten en héroes».  

El italiano refleja valores marca de la casa en Pérez-Reverte como la valentía, el honor, el compañerismo y la amistad entre soldados o el respeto hacia el enemigo. «No están de moda pero siguen siendo válidos. En las redes hay tanta charla de farfolla que se han contaminado de vileza y canalladas. Cuando ante la realidad de los talibanes, los ataques a las Torres Gemelas o la pandemia se van al carajo los grandes principios de los gurús de la sociedad y de políticos quedan palabras como dignidad, honradez, lealtad, amor, abnegación y heroísmo. Al lector le digo: ojo, debes reconocer esos valores para sobrevivir cuando el mundo aparentemente confortable en que vives se tambalea. Si la gente leyera más a Homero o Galdós, si leyera más en vez de ver anuncios de Coca-Cola, sabría interpretar la realidad de un talibán o un burka. Y comprender es soportar el dolor. El problema es que entramos en este siglo XXI tan oscuro sin la capacidad de comprender».   

Y, por si quedaba alguna duda, concluye rotundo: «Hay que ser idiota para decir que el mundo sería mejor tras la pandemia. Una pandemia no te hace mejor». 

Un autor que opina

Polemista. El autor se define como un narrador de historias que se gana la vida con eso, le interesa puntualizar que no es en absoluto un historiador ni su voluntad es limar asperezas entre un lado y otro. «Para arreglar el mundo ya están las onegés». Se relame con cierto placer el escritor cuando piensa en la posibilidad de no gustar. «Sé que voy a tener muchas críticas y eso me produce un retorcido placer. La verdad es que sería muy triste que no suscitase malestar en quienes utilizan la guerra civil como arma arrojadiza irresponsablemente. Así que si les molesta mi novela, eso me hará extremadamente feliz».

Sobre la Guerra Civil. «No es que la herida no se haya cerrado, es que muchos políticos han querido reabrirla cuando ya todo estaba resuelto, cuando combatientes como Carrillo o la Pasionaria decidieron que ya habían pasado página. Los actuales políticos, que carecen de aquel aplomo y aquella solvencia intelectual, utilizan los argumentos en blanco y negro de forma maniquea». 

Sobre la ‘demolición del Estado’. Los culpables somos los propios españoles, nuestra envidia, insolidaridad, apatía y comodidad. Y esto es algo que afecta a la derecha y a la izquierda. En nuestro país el enemigo no lo queremos vencido, lo queremos exterminado. No queremos conversos, queremos tumbas»

Derecha e izquierda. «Zapatero resucitó fantasmas, pero no de manera generosa. Cristóbal Montoro se cargó la cultura. Estos de ahora… lo mismo. Para muchos políticos de izquierda todo lo que suena a historia es caspa y fascismo. Está mal blanquear la historia, que es lo que hace la derecha, pero también denostarla, como hace la izquierda».

Señales de alarma. El pesimismo del exreportero de guerra durante 21 años le ha hecho lanzar varias señales de alarma. «He visto lugares que eran oasis de paz, como Líbano y Balcanes, y que al poco tiempo han empezado a matarse y se han vuelto sitios peligrosos. Todo es posible».

Luces y sombras del Imperio español. «El descubrimiento de América fue una hazaña indiscutible donde también se esclavizó y se crearon estructuras corruptas, y donde los últimos de Filipinas no eran unos fascistas asesinos sino unos chavales que sufrieron la incompetencia y la indecencia de los políticos de la época».

La complejidad de la Historia. «En la Guerra Civil, as cosas en el plano general están muy claras, había un bando legítimo que era el republicano y otro ilegítimo que era el franquista, eso nadie lo discute. Ahora bien, ahí hay voluntarios, sí, pero también chicos obligados a combatir, gente a la que se llevaron de su pueblo y le encasquetaron una boina de requeté o de miliciano sin que les quedase otra».

Las ideologías. «Cuando se deja a un lado el vínculo con la memoria real y solo permanece la ideología es algo peligroso porque no hay nada más manipulable que las ideologías».

Mujeres en guerra. «Ninguna mujer cruzó el Ebro y hacía ya tiempo que las milicianas estaban retiradas del frente, pero Franco necesitaba a las mujeres, informadas, disciplinadas y con técnica militar, porque la mujer fue la gran perdedora. En solo tres años las mujeres dejaron de ser libres para acabar obligadas a ser esclavas sumisas».