Opinión | Pintando al fresco

¿Por qué cae tan mal?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado 29 de abril, durante su comparecencia.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado 29 de abril, durante su comparecencia. / Moncloa

Me pregunto yo, desde mi ignorancia, cuál habría sido la reacción de las fuerzas políticas y de los medios de comunicación alineados en pro y en contra de unos partidos o de otros, si, el lunes, en vez de que Pedro Sánchez dijera que continuaba, hubiese dicho que se iba. También me pregunto si realmente esto de querer quitarse de en medio unos días, alejarse del mundanal ruido y pensar en el presente y en el futuro de uno es una canallada del presidente del Gobierno, como mucha gente ha opinado, o es realmente una reacción típicamente humana. Aquí donde ustedes me ven, yo he dimitido en varias ocasiones de mi vida profesional, y también he tomado decisiones que suponían un cambio relevante en mi vida.

Para llevar a cabo la elección del camino a seguir, siempre me lo he pensado unos días, lo he consultado con mi familia y con los amigos más cercanos, y después he tomado la decisión correspondiente. A mí eso me parece lo normal y les digo la verdad. Como a Chus Lampreave, ya me gustaría poder mentir para quedar bien con la mayoría, pero es que no puedo, ni quiero, y no es porque sea ‘testiga’.

Conociendo el percal (en esto no soy un ignorante porque llevo mucho tiempo cerca del tema) estoy seguro de que todos los políticos y los medios afines a la Oposición tenían preparados los argumentarios correspondientes a las dos posibilidades que había sobre la mesa: que dijera que se quedaba o que dijera que se iba.

Por si alguien lo desconoce, los argumentarios son una serie de indicaciones que elaboran los partidos políticos y que pasan a los suyos, de los medios o de los militantes, para que los repitan dondequiera que tengan oportunidad. A mí, en varias ocasiones, me han llegado por error, porque alguien me metió en una lista de ‘cercanos’, y puedo asegurarles que es muy divertido leerlos y a continuación escuchar a todos los de la misma cuerda decir lo mismo a lo largo de ese día y de los siguientes.

Por supuesto que esos argumentos pueden coincidir con los que producen políticos o informadores y opinantes absolutamente independientes, pero eso, en los partidos, solo se considera algo que suma, y si lo hace alguien de prestigio, pues miel sobre hojuelas.

Trato de imaginar cómo sería el otro argumentario. Probablemente hablaría de la cobardía de Sánchez por quitarse de en medio, de su debilidad, de la falta de credibilidad ante los ciudadanos, de que, al irse, reconoce su culpa y la de su mujer, de Dios sabe cuántos cargos, de la inmediata necesidad de unas elecciones generales a la que los socialistas no deberían siquiera presentarse porque con la renuncia del presidente el PSOE demuestra que ya no nos quiere gobernar, como María Cristina, de que se le veía agotado y finalizado, listo para el desguace. Se destacaría que, en la comparecencia, se le veía hecho harina, con la cara ‘amendrugoná’, como le oí decir a una señora, en el supermercado, y que, si se fijan, verán que es verdad y que la cara se le está amedrugonando.

En cualquier caso, hay un tema del que se habla poco y que a algunos de los que estamos en los medios a veces comentamos. La pregunta es: ¿Cómo un hombre guapo de cara, bien vestido, hablando inglés y francés con absoluta fluidez y que ha conseguido avances importantes en la mejora de la vida de muchos ciudadanos puede tener un nivel de aceptación tan bajo en la opinión pública?

Es decir, que no le cae bien a casi nadie. Realmente conozco a personas que están dispuestos a enumerar esos avances sociales uno por uno, que realmente son bastantes - seguro que ustedes los conocen - pero el caso es que su falta de empatía es realmente importante, es decir, que no despierta adhesiones, ni capta afectos cuando comunica, y, sin embargo, sí es capaz de despertar odios tremendos, ataques desaforados, insultos y calumnias. Algunos dicen que tiene ‘mala follá’, pero creo que no es eso tampoco. Lo cierto es que yo, que alabo los avances que ha producido su Gobierno, reconozco que quité a la mitad la entrevista que le hicieron en la SER y que no vi la de TVE. Es que no me cae bien, no lo puedo remediar.

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