Ayer tocaba degustación en la Sala de Catas de la Facultad de Veterinaria. Los comensales se preparaban para calmar su apetito a la hora del almuerzo con lo que allí les ofreciesen, ayudando de paso a un estudio científico. El calor veraniego también despertaba el antojo de un refresco o un zumo para calmar la sed. Así que al traspasar la puerta, la mente divagaba entre el banquete y el refrigerio. Y de repente: «¿Potitos? ¡No me jodas!» En efecto, potitos.

La degustación de ayer no era de salchichón, jamón o cocido. Tampoco era de sopa, néctar de melocotón o zumo de tomate, todos ellos productos que han sido analizados en esta sala con distintos fines científicos. No, ayer tocaban alimentos infantiles, para desazón de los asistentes no avisados. Pero, «oye, ya que estamos aquí, ¡adelante!»

La prueba, organizada por el Grupo de Investigación de Nutrición y Bromatología (Nutbro) de la Universidad de Murcia, formaba parte de un proyecto de análisis sensorial de alimentos infantiles destinado a mejorar la calidad de estos productos. Y para ello era imprescindible conocer la opinión de los consumidores. ¿Cuál es el mejor sabor? ¿El aroma más atractivo? ¿El potito que más ganas da de terminar?

«La verdad es que es curioso probarlos», comentaba uno de los asistentes fortuitos, que «creía que hoy tocaría jamón serrano o algo así». «Yo ya los había probado alguna vez, para comprobar la temperatura antes de dárselos a mis hijos», reconocía otro. «¡Y la verdad es que no están malos!».

La prueba iba dirigida a padres de niños de entre 1 y 4 años y personas que consumen estos alimentos de modo esporádico. Para la misma, se escogieron tres sabores distintos: pollo con verduras, pollo con arroz y frutas variadas. Los voluntarios debían elegir en cada uno de los sabores entre dos potitos distintos, correspondientes a dos marcas comerciales diferentes, pero convenientemente envasados sin marcas identificativas.

Una cosa quedó clara en la prueba: las frutas triunfaron. «Este es el mejor. Tiene un saborcillo a piña muy bueno», concretaba uno de los padres. Eso sí, «para la próxima, a ver si tenemos más suerte y pillamos algo de embutido».

Y puede que así sea, porque como desvelaban en la Sala de Catas, «aquí hemos hecho pruebas de todo tipo de alimentos, y hemos analizado cosas como, por ejemplo, las propiedades afrodisíacas de la carne». Una prueba idónea con la sangre primaveral.