Reportaje

El efecto Matilda: Mariette Lydis

Esta pintora austriaca, que pasó su juventud en el parisino barrio de Montparnasse –en un ambiente de libertad e intelectualidad– expresó libremente su bisexualidad a través de la pintura; algo poco habitual a principios del siglo XX. Y con su obra, evidenció otra manera de mirar los cuerpos

Mariette Lydis

Mariette Lydis / EVA HERNÁNDEZ

Siempre es emocionante descubrir nuevos artistas pero la sorpresa aumenta cuando sucede en el momento o lugar más inesperado. Algo parecido me pasó hace poco. Sin saber cómo ni por qué una imagen al azar se coló en la pantalla de mi ordenador, el rostro extraño de aquella mujer coronada con una vela en la mano me cautivó al instante. Sus ojos tenían algo entre enigmático y triste, eran poderosos pero frágiles a la vez, más que una virgen me recordaba a una antigua reina de otra época y aspecto un tanto fantasmagórico. Con esa excitación propia del coleccionista, contacté de inmediato con la casa de subastas de Uruguay que vendía aquella pequeña tela de apenas veinte centímetros de alto fechada en 1961 pero, desafortunadamente, ya había sido adjudicada. La autora: una pintora austríaca muy poco conocida llamada Mariette Lydis que vivió gran parte de su vida en Argentina.

Mi sorpresa aumentó al descubrir su biografía pues a pesar de tener gran reconocimiento y fama en vida, tras su muerte en 1970 su nombre dejó de escucharse hasta el punto que hoy es una de esas artistas desconocidas.

Mariette Lydis

Mariette Lydis / EVA HERNÁNDEZ

Pasó su juventud en París, en el bohemio barrio de Montparnasse, rodeada de artistas e intelectuales, en un ambiente de gran libertad donde pudo expresar libremente su bisexualidad y mostrar una faceta de la intimidad de la mujer inusual: ésta aparecía como sujeto activo y no como objeto para ser contemplada. Dibujos y grabados que ponen especial atención en los rostros mientras que restan importancia al cuerpo, los detalles superfluos no le interesaban. Una serie donde prostitutas, lesbianas y jóvenes ofrecen una nueva perspectiva de la sensualidad femenina, una nueva manera de mirar sus cuerpos. Aunque entre 1926 y 1930 expuso estas obras en diversas galerías europeas, y en general tuvieron una buena aceptación, también hubo quien las miró como algo grotesco, obras perversas decían, manifestando incluso que parecían haber sido pintadas con sus pechos.

De pequeña estatura y aspecto apocado en realidad era una auténtica provocadora, agitadora de conciencias, y defensora de la liberación femenina, aunque la idea que mejor la define es sin duda la de mujer independiente.

Con un estilo enigmático y oscuro no sería de justicia anclar a Mariette Lydis bajo los parámetros del surrealismo ya que algo de lo que ella se sentía especialmente orgullosa era de esa libertad creativa que disfrutaba al ser una artista autodidacta, no había ningún lenguaje o tendencia que la influenciara de algún modo, su pintura era solo suya. Colores apagados, tonos grises y tierra, la luz tenue con la que construye esa atmósfera misteriosa, y en primer plano los rostros de sus personajes vacíos que parecen almas sonámbulas en busca de una salida o un propósito. La pérdida, los estragos de la guerra, el miedo, la soledad y también la enfermedad y la locura, otro de los temas que siempre estudió a lo largo de su trayectoria. Visitó infinidad de manicomios, quería investigar esa parte del dolor y la angustia presentes en quienes padecen enfermedades mentales, un interés poco habitual en la época que ella vivió muy de cerca en su familia; también se interesó por los orfanatos.

Cuenta Mariette Lydis en su biografía que le atraía el estudio de las pasiones humanas donde el ser humano aparece sin máscaras, completamente desnudo, y sus ojos son como ventanas vacías.

Con la llegada de la guerra su marido, el conde Giuseppe Govone, regresa a Italia pero Mariette marcha a Inglaterra huyendo de los nazis y de ahí, con la única compañía de su perra, en 1940 se embarca hacia Buenos Aires invitada por un marchante de arte, estableciendo su residencia definitiva en Argentina.

No le fue difícil adaptarse a un nuevo país, allí su fama como pintora era conocida en los ambientes artístico-intelectuales –sus ilustraciones de libros consiguieron traspasar fronteras–, y pronto la sociedad se vio atraída no sólo por su título nobiliario sino también por haber retratado a la princesa María Bonaparte. Y aunque tuvo que dejar su faceta erótica, y cortar en cierto modo las alas de su libertad –no se podía hablar de homosexualidad en aquellas tierras–, su popularidad aumentó con un séquito de ricos seguidores ávidos por tener una de sus obras.

Mariette Lydis

Mariette Lydis / EVA HERNÁNDEZ

Aunque su trabajo trata sobre las diferentes aristas de la condición humana creo que hay un cierto sentimiento espiritual en la esencia de su pintura, tal y como relató una de sus muchas alumnas, a las que enseñaba a dibujar en su casa-taller, sin ser religiosa Mariette Lydis mostraba un profundo sentido religioso de la vida. Su pequeña Virgen y un Cristo que en 1967 donó al santuario de Nuestra Señora de los Emigrantes de Buenos Aires, así lo demuestran, además de esa vinculación especial hacia los más desfavorecidos.

Estaré atenta a mi próximo encuentro con Mariette Lydis, nunca olvidaré esa primera vez que aquellos ojos hipnóticos me miraron a través de la pantalla, estoy decidida a conseguir una de sus obras para mi colección, perdí en la primera batalla pero la próxima vez no se me escapa. Para quienes viven el arte desde una pasión inagotable –entre los que por supuesto me incluyo–, no es difícil entender hasta qué punto las palabras de esta artista se perciben como un sentimiento que nos identifica a todos: "La pintura es mi pasión, mi prisión y mi escape". Nos volveremos a ver, Mariette.

En la imagen superior izquierda, un retrato de Mariette Lydis; a su derecha, la Virgen de 1961 que cautivó a la autora de este texto, y, junto a estas líneas, ‘Lesbiennes’, una obra de los años veinte del pasado siglo que ayuda a entender lo rompedora que podía resultar la artista austriaca en su época.