Pudoroso e irónico, el artista argentino Eduardo Relero atendía ayer a los medios en el vestíbulo del Museo Arqueológico de Murcia, en cuyas paredes y suelo está realizando un mural -una anamorfosis concretamente: "pintura que ofrece a la vista una imagen deforme o regular, según desde donde se mire", según la RAE- para la exposición 'Perspectiva' que organiza la Fundación Séneca y que mañana se inaugura. Relero suele pintar en las calles, pero no puede evitar sentir "pudor". "Es como si entraran en tu taller, como si estuvieras medio desnudo, y es algo a lo que nunca te acostumbras; siempre tienes la necesidad de justificarte y de explicar que la obra no está terminada".

Aunque cuando pinta en interiores valora "la tranquilidad y la independencia del clima", en la calle Relero encuentra "un plus de energía". Cientos de anécdotas recuerda este argentino, a quien siempre se le acercan artistas a enseñarle sus dibujos o ancianos que, incomodados por la invasión de 'su' parque, critican su obra.

Aunque siempre pide los permisos correspondientes, alguna vez reconoce que ha hecho "pinturas furtivas". No le gustan a Relero "las firmas que, como virus, invaden y tapizan las ciudades", pero sí dice comprender a los grafiteros: "Las ciudades son tan feas que entiendo que alguien sienta el deseo espontáneo de mejorarlas, embellecerlas; es como el niño que dibuja en la nevera o en la pared".

De padre y abuelo pintores, él nunca tuvo problemas en su casa por mostrar su talento, aunque sí recuerda que "querían que estudiara Medicina... sabían lo duro que era el mundo del arte". Quizá por eso Relero se matriculó en Arquitectura; unos estudios que, sin duda, le sirven para sus anamorfosis. Los cálculos geométricos y ciertos conocimientos de óptica son necesarios -explica- para crear la ilusión de profundidad y volumen que tienen sus creaciones.

Unos tres días tardará en terminar su mural, aunque el trabajo previo es mayor. Numerosos bocetos llenan su cuaderno, entre cuyas hojas aparece un papel con el perfecto dibujo de lo que se verá en Murcia. "Lo hice así, deprisa, en una cafetería", comenta ante la estupefacción de quien lo mira. La inspiración, sin duda, puede aparecer en cualquier lugar y Relero siempre plasma donde puede "todo lo que sale de la cabeza".

Afirma el creador que prefiere "no pensar en que a los pocos días de haber realizado un trabajo en la calle se borra", y explica que, para él, "no es una actitud sana conservar las obras propias". "Uno siempre mantiene lo que hace en mal estado; en cambio, cuando das o vendes un cuadro a alguien siempre lo cuida más".

Para Relero, que trabajó varios años como copista -en el Museo del Prado entro otros lugares-, fijarse en las obras de otros artistas es una buena forma de aprender. "Ayuda muchísimo, sobre todo para aprender técnicas diferentes. En realidad -añade- es que todo lo aprendemos copiando; somos seres imitativos, sólo hay que ver a los niños". Él ha pasado de imitador a imitado; algo que, confiesa, le da cierto orgullo... "aunque también te da bronca si ves que les pagan mejor", puntualiza.

Reconoce que los museos no le gustan demasiado: "Aunque ahora ya está cambiando y se hacen actividades para acercar a la gente, los museos siempre me han parecido cementerios" -explica en voz baja, con su irónica sonrisa, mientras mira las paredes del Arqueológico-. "Las cosas en los museos están como alejadas de la vida -añade-, y yo quiero que la gente vea la vida en mis obras"; una generosa actitud que, sin embargo, hace a veces que sus trabajos no se valoren: "Parece que si estás pintando en la calle es porque no lo puedes hacer en otro sitio y muchas veces es también una elección".