l mes de diciembre de 1951 el cronista oficial de la ciudad Federico Casal envió una misiva al alcalde Miguel Hernández proponiéndole un nuevo proyecto que llevaba entre manos. Se trataba de celebrar una exposición organizada por el Ayuntamiento que se llamaría ´La Cartagena que se fue´ o ´Cartagena Retrospectiva´, y que Casal consideraba que sería interesante para propios y extraños.

Del contenido de la carta destacaría una frase muy representativa de los motivos para realizarla y que decía lo siguiente: «los ancianos (como yo) recordarán algo, la generación actual nada». Por si la máxima autoridad tenía alguna duda manifestaba el cronista que poseía una relación de personas que facilitarían material suficiente y curioso para la exposición, y que ésta se vería concurridísima.

Debió de parecerle buena la idea al alcalde pues tras unos meses de intensa preparación el 3 de abril de 1952, víspera del Viernes de Dolores, se inauguró la exposición con el nombre de ´Cartagena Retrospectiva´. El lugar elegido fue el Museo Arqueológico Municipal, ubicado entonces en un viejo edificio ya desaparecido situado en la actual plaza de Juan XXIII.

Complementaria a la muestra, el pintor cartagenero Antonio Carrasco Díaz exhibió unos dibujos a pluma y acuarelas de calles de antaño y lugares significativos de la ciudad y su comarca. El Castillo de los Moros, la Torreciega, el Pinacho o la ermita de los Ángeles cercana al monasterio de San Ginés de la Jara formaron parte del repertorio pictórico. Antes mencioné que Casal contaba con la colaboración de algunas personas, pues bien, entre ellas figuraba Adela Lizana Ussel de Guimbarda, nieta del pintor de origen cubano y afincado en Cartagena Manuel Ussel de Guimbarda.

Gracias a ella los visitantes pudieron ver sendos bocetos del telón de boca y del techo del Teatro Principal, ambos obra del genial artista. Precisamente un discípulo de Ussel, el pintor cartagenero Vicente Ros, aportó una fotografía del estudio donde se formó junto a su maestro. Otro ilustre colaborador fue el conocido cardiólogo Luis Calandre y suya era la litografía de una vista de Cartagena de 1820 que acompaña esta historia.

Entre los 154 objetos que formaban la exposición uno de los más curiosos fue la picoleta simbólica con la que se inició el derribo de las Puertas de Madrid en 1900. Pieza de gran valor histórico y que cedió para la ocasión la familia Pascual de Riquelme. La Guerra Cantonal como no podía ser de otra forma tuvo su hueco con un ejemplar del periódico cantonal El Pirata o la fotografía del Parque de Artillería tras la explosión de una bomba de los sitiadores.

Las piezas de cerámica de La Amistad, con fábrica en Borricén, y las de cristal de Valarino de Santa Lucía mostraron la grandeza de la Cartagena industrial de finales del siglo XIX y principios del XX.

Por su parte el Ayuntamiento, a través del Archivo Municipal, presentó importantes documentos de la época medieval como fueros y privilegios rodados. Tal y como había vaticinado Casal en su propuesta la exposición fue todo un éxito, y gracias a su empeño y a la colaboración recibida, miles de cartageneros conocieron durante unos días el grandioso pasado de su ciudad.