Opinión | Noticias del Antropoceno

Los tres cinturones del Sistema Solar

El cinturón que hace explotar nuestra imaginación por su tamaño y ubicación es la Nube de Oort, una aglomeración de rocas heladas situada en el mismo confín de nuestro sistema, el último círculo de esta especie de Divina Comedia que es nuestro hogar en el inmenso espacio

Desde niños nos imaginamos el Sistema Solar como una conjunción armónica de planetas girando alredor del Sol, y de una serie de lunas que giran alrededor de ellos, en órbitas estables como fruto del proceso de acreción que dominó la formación de los cuerpos celestes apartir de una primigenia nube de polvo. Eso sería verdad si el impresionante juego de esferas casi perfectas (excepto algún abombamiento poco estético fruto de las fuerzas gravitatorias entre masas vecinas) no estuviera interrumpido por dos cinturones donde lo que dominan son los cuerpos de formas irregulares y abruptas, y rodeado por un tercer cinturón en los confines de nuestro sistema.

Casi en nuestra vecindad está el cinturón de asteroides, del que provienen muchos de los meteoritos que caen en la Tierra. El cinturón de asteroides está situado entre Marte y Júpiter, marcando así la frontera entre los planetas interiores y los gigantes exteriores; Mercurio, cuya cara oculta al Sol promete ser destino irremediable de futuras misiones de exploración; Venus, la Tierra y el ansiado Marte serán probablemente los planetas que en su fase de expansión conquistaremos desde nuestra base terrestre cuando nos convirtamos por fin en una especie multiplanetaria. 

Más allá de nuestro patio trasero cosmológico, está otro cinturón, el de Kuiper, llamado así por el astrónomo nacido holandés que lo intuyó en 1951, Gerard Kuiper. Este banda cósmica más allá de Neptuno también está llena de cuerpos informes. Pero entre miríadas de estos destacan una serie de planetoides que tienden a lo esférico, entre los cuales se encuentra nuestro viejo amigo Plutón derribado violentamente por los astrónomos de su pedestal como planeta para pasar a la categoría de planetoide o planeta enano. También está Haumea que tiene forma de melón, debido a que gira a una velocidad pasmosa sobre su propio eje propiciando esa extraña forma, y Arrokoth, que tiene forma de muñeco de nieve.

Pero el cinturón que hace explotar nuestra imaginación por su tamaño y ubicación es la Nube de Oort, una aglomeración de rocas heladas situada en el mismo confín de nuestro sistema, el último círculo de esta especie de Divina Comedia que es nuestro hogar en el inmenso espacio, antes de entrar en el territorio incógnito del espacio profundo en el que ni siquiera tenemos certeza de por donde anda la materia y energía que se ocultan a nuestros ojos en forma de materia y energía oscura.

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